Mano dura

Mano dura

VLADIMIR VELASQUEZ MATOS
Dentro de los múltiples problemas que aquejan a este pequeño pero a su vez, muy complicado país, hay uno, a nuestro humilde juicio, que de no ponerle el mayor cuidado y juiciosa observación además del justo castigo, el ejemplar escarmiento para pensárselo antes de cometer cualquier fechoría, en el que nos está arrastrando a lo más profundo y aberrante de la inversión de valores que hoy padecemos, arrabalizando hasta límites insospechados al ser nacional, tanto, que tenemos la certeza de ya ni conocernos a nosotros mismos: tal es el inenarrable acto de alineación y barbarie pornográfico-exhibicionista acontecido hace varias semanas en la avenida Abraham Lincoln.

Nosotros no somos puritanos ni pretendemos serlo, amables lectores; nada está más lejos de nuestro interés como hacedores de opinión de este medio tan prestigioso como lo es el periódico Hoy, puesto que creemos, y en esto sí somos coherentes, de que la vida privada de cada cual es su propia vida y uno es dueño de hacer con ella lo que mejor le plazca, puesto que nuestros actos sólo tendrán que ser confrontados en un momento de la vida con ese juez implicable que denominamos “conciencia”, si es que si tiene. Pero una cosa es eso, es decir, de hacer lo que a uno le venga en ganas con su intimidad, y otra muy diferente, esa es la cuestión como diría el príncipe de Dinamarca, de exhibir esas conductas (o inconductas) por ahí a diestra y siniestra en un claro quiebre de lo que representa el contrato social, esto es, de traspasar lo que son nuestros derechos para invadir el de los otros, y por tanto, irrespetando a todos los demás.

Hechos como el de este grupo de muchachas en actos lascivos públicamente, conjuntamente con el de aquellos jóvenes que se pavonearon varias horas encueros en la misma vía hace un año o más, así como el entierro del narcotraficante envuelto en su ataúd con la bandera nacional, o los individuos con claras, y a su vez, exageradas inclinaciones sexuales (“las locas”) por la televisión que han proliferado como bacilos patógenos, o la delincuencia perpetrada por bandas juveniles salvajemente indetenibles denominadas “las naciones”, la droga que cada día se lleva a más jóvenes a destiempo a la tumba, y un amplísimo etcétera más que todos vemos perplejos por los diferentes medios de comunicación, tiene un denominador común: “libertinaje”, “inversión de valores”, y un sólo remedio: “mano dura, muy pero muy dura” (pero con inteligencia), porque cuando los males se salen de control y la sociedad se descarrila haciéndose evidente de que las fuerzas malignas del crimen organizado son las que manejan a su libre albedrío el presente desastre que nos deja sin aliento y totalmente apesadumbrados e indefensos, entonces hay que actuar con firmeza.

Si buscamos un símil de cómo se debe enfrentar este problema, el mejor sería con el mundo de la medicina, es decir, el de un enfermo con un miembro terriblemente gangrenado, un brazo o una pierna, o con un órgano invadido por un violento cárcel, en donde el médico, si quiere preservar la vida del paciente, no le queda más remedio que usar como único recurso la mutilación de ese tumor o miembros putrefactos, pues de lo contrario el paciente perecerá.

En el mundo macroscópico del corpus social es casi esencialmente lo mismo, y si esa enfermedad no es controlada, ese cuerpo sucumbirá, porque no es sólo con muy elocuentes palabras y buenas intenciones o hacer una que otra cosa para más o menos guardar las apariencias, es actuar con entera firmeza y determinación, con valentía y arrojo, con todo el peso que la autoridad tiene como rector de los destinos de una sociedad, para enderezar, hasta con la fuerza si es precio, lo que debe ser un sendero de convivencia decente entre todos los ciudadanos que conformamos este país.

Muy buena la mano dura que usó con las personas que participaron en los lascivos actos de la Lincoln, haciéndolos presos en Najayo, pero también mano dura a todo aquel que, amparado en la impunidad, sigue dañando de muerte a esta patria nuestra.

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