¿Mano dura? ¡No estaría mal!

¿Mano dura? ¡No estaría mal!

El término «mano dura», cuando se refiere a un estilo de Gobierno, provoca repulsa y temor en la mayoría de nuestra gente, sobre todo aquellos con suficiente edad como para haber vivido la sangrienta tiranía de Rafael Trujillo.

Nadie en este país quisiera volver a un régimen de «mano dura» a la usanza y costumbre del sátrapa, y esa voluntad mayoritaria hace que sea descartable una vuelta a semejante infierno.

Sin embargo, a partir del actual estado de cosas, se nos antoja que a este país muy bien le caería que el actual Gobierno, que fue elegido por amplísima mayoría en unas elecciones libérrimas, consustanciales al ejercicio democrático que nos hemos dado, asumiera un estilo de «mano dura» para erradicar el síndrome de impunidad que nos ha caracterizado por mucho tiempo.

Los dominicanos deberíamos aspirar que en pleno, toda la estructura del poder se ponga a una para castigar aquellos actos que ofenden, desconocen  o merman los derechos de los demás. Eso sí, un ejercicio de mano dura que se limite estrictamente a las dimensiones de la ley y la justicia.

Deberíamos aspirar a mano dura contra la criminalidad, que socava cada vez más desafiante la tranquilidad de todos; contra la especulación excesiva del comercio, que parece impermeable a las bajas del dólar; contra el secuestro de los derechos colectivos en el caso de los que se han tomado aceras y hasta calles para instalar tarantines; contra los excesos de poder de los que han usurpado las facultades de los ayuntamientos, y así por el estilo.

-II-

No hace mucho tiempo, el Presidente Leonel Fernández proclamó que en su Gobierno habría tolerancia cero contra la criminalidad y la delincuencia. Sobrentendido quedó que sus palabras significaban una ofensiva, con toda la fuerza que la ley permite, contra quienes han echado al zafacón la seguridad ciudadana en este país. Intuimos que esbozó un sinónimo de «mano dura», pero en el sentido benigno y útil para las mayorías, para el derecho individual y colectivo a la tranquilidad y la seguridad.

No creemos que, salvo unos pocos, en esta sociedad haya alguien opuesto a que se actúe con mano dura contra la evasión fiscal, contra los fraudes, contra todo tipo de corrupción.

Nuestra sociedad está sumida en su descomposición actual precisamente porque ha vivido en un estado de cosas mutante entre la impunidad y la complicidad en muchos aspectos. El hecho de tener leyes más con la vocación de violarlas que de cumplirlas y hacerlas cumplir, ha convertido nuestro ordenamiento en una caricatura grosera.

Antes y durante la vigencia del nuevo Código Procesal Penal, ha habido muchos delincuentes con verdaderas colecciones de expedientes y reincidencia, que han permanecido en libertad burlándose de sus víctimas, sin que jamás hayan sido castigados, y si lo fueron alguna vez, jamás cumplieron sus condenas.

No es posible que una sociedad pueda desarrollarse bajo estilos de dirección que no han sido más que garantes de impunidad.

Vistas las cosas en este contexto, no hay duda que nos vendría bien un poco de «mano dura», o tolerancia cero que para el caso da igual, contra todo lo que viole la ley y los derechos de todos.

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