Manolo: Nosotros los jóvenes

Manolo: Nosotros los jóvenes

Les sorprenderá el titulo de este artículo. No hay nada fuera de lugar. Lo escribe un hombre de 70 años que se considera joven; tan joven como cuando tenía 23 y ocupaba la Secretaria de Organización del Comité Central del 14 de junio.

Digo “nosotros los jóvenes” porque la juventud no es un hecho meramente cronológico, dependiente de la edad. La juventud es un estado del espíritu.

En este sentido, quiero escribir hoy sobre un joven inmortal que se llamó y se llama Manolo Tavárez, y quiero dedicarle este articulo a los y las jóvenes de hoy; en especial a aquellos y aquellas que son arquetipos para su generación, y que expresan, a través de sus símbolos, lenguaje y actitudes, la otra cara de esta sociedad dañada y pateada por la acción que durante cuarenta y tres años han impuesto las elites políticas y sociales que han dirigido el Estado desde 1966.

Para  esos jóvenes, que constituyen, no solo la parte más soñadora del país sino más del 50% de su población, Manolo Tavárez es, a lo sumo, un revolucionario que dio su vida por sus ideales, en las lomas de la Cordillera Central. Empero Manolo Tavárez fue mucho más que el mártir de Las Manaclas. Tenía apenas 17 y 18 años cuando sus inquietudes juveniles lo llevaron a integrarse a los círculos de la resistencia antitrujillista de la época y a sumarse al estudio de la literatura revolucionaria, incluyendo el marxismo, a finales de los 40 e inicios de los 50.  Expresión juvenil de un espíritu rebelde y temerario, que con el correr de los años se convertiría en uno de los líderes revolucionarios mas puro y autentico habido en el país.

Transcurrían los años de 1957 y 1958. Los últimos de una década ominosa, que en su primera etapa vio consolidarse como nunca a la tiranía.

Como expresión de la rebeldía del pueblo dominicano, a lo largo de esta década, en multitud de pueblos y ciudades, y en distintos círculos sociales, se diseminaba la semilla de la resistencia al régimen y se formaban centenares de círculos antitrujillistas, con disímiles objetivos. Constituir un circulo clandestino conspirativo contra la tiranía era de por si un gesto de valor y rebeldía. Se distribuían panfletos y volantes, se pegaban consignas, se fabricaban bombas caseras, o simplemente se expresaba entre los suyos la postura en contra del régimen.

Algunos, los más osados, perfilaban algún plan artesanal para atentar contra la vida del tirano, pero faltaba un visionario que asumiera la gigantesca tarea de unificar todo ese estado de rebeldía en una sola organización revolucionaria conspirativa. Manolo fue el inspirador y constructor principal de esa idea, destacándose como la figura central y el principal forjador del Movimiento Revolucionario 14 de junio, organización nacional clandestina, que unificó bajo un mismo techo, un mismo nombre, programa y plan conspirativo, al grueso de los círculos antitrujillistas de la época.

La vida habría de mostrar a muchos otros Manolo. En efecto, develado el movimiento por los aparatos represivos del régimen, y sufriendo Manolo las más crueles torturas, al igual que cientos de sus compañeros y compañeras; allí, en el infierno de “la 40”, Manolo se agigantó, y no solo reafirmó su gran liderazgo sino que se ganó el respeto de sus propios torturadores, obligados a admirar en silencio a la persona que acabó de forjarse en la tortura, como líder de aquel heroico movimiento.

El develamiento, la tortura y los asesinatos no destruyeron ni paralizaron la organización revolucionaria 1J4. Trujillo fue ajusticiado y los revolucionarios del 14 de junio asumieron, nueva vez, en distintas condiciones, la inmensa tarea de darle forma pública y nacional, al  movimiento. Y de nuevo Manolo se agigantó. Acompañado por un puñado de sus compañeros de lucha, recorrió el país palmo a palmo, contactando en cada municipio, paraje o barrio a sus compañeros y compañeras de clandestinidad y cárcel, e identificando, con un olfato y sensibilidad política únicos, a todas aquellas personas, que sin haber participado en la estructura clandestina del movimiento, eran un ejemplo en su comunidad, como ciudadano o ciudadana vertical, con una moral a toda prueba, y con el valor que solo da la firmeza en los principios ciudadanos.

Así, siempre dirigida e inspirada por Manolo, se fue articulando una organización a nivel nacional, en la cual, alrededor del núcleo dirigente, compuesto por los miles de integrantes del movimiento clandestino, se constituía en cada municipio, barrio o paraje, un colectivo integrado, invariablemente, por los mejores hombres y mujeres de cada  comunidad.

La juventud y las mujeres constituían el grueso de aquel gran ejército militante.

La vida política pública se precipito abruptamente sobre aquella juventud que dirigía el 14 de Junio. Y otro Manolo habría de mostrar sus extraordinarias cualidades.

En sus múltiples e improvisados discursos, en sus conferencias y charlas y en los numerosos conversatorios con público variado, Manolo demostró que era un gran líder revolucionario en rápido crecimiento cualitativo; con una visión cada vez más clara del país y de la época que le toco vivir, y con una facilidad de expresión extraordinaria. Basta leer la colección de sus grandes discursos, para evidenciar la claridad de su pensamiento antiimperialista, su visión estratégica y su capacidad para abordar el conjunto de temas relacionados, tanto con el análisis de la situación internacional y nacional como el análisis de las distintas clases y capas sociales del país y su rol en los acontecimientos del presente y el porvenir. Asimismo, Manolo incursionó, con la misma claridad y precisión, en temas tan complejos como los de la unidad, la construcción de la organización revolucionaria y el papel de los militantes y cuadros en esa construcción.

Y entonces vino el artero derrocamiento del gobierno constitucional del profesor Bosch. Y Manolo, que era el líder indiscutible de una gran organización revolucionaria vinculada desde su fundación a la acción insurgente; ese Manolo Tavárez, a la cabeza de la organización, y cumpliendo con la palabra empeñada, decidieron responder al artero golpe derechista con la insurrección, donde Manolo y 28 de sus compañeros murieron en combate o fueron asesinados después de apresados.

Antes de aquilatar la muerte de Manolo y sus compañeros de la insurrección de noviembre de 1963, y antes de tratar de dimensionar la inmensa pérdida que significó la muerte a destiempo de aquel ser excepcional, debemos ponderar el último, y quizás más grande acierto político del liderazgo del 14 de junio, encabezado por Manolo.

El 14 de Junio era una organización antiimperialista, con una aguerrida militancia revolucionaria y un programa de liberación nacional, claramente definido. No obstante, en ocasión del golpe de Estado contra el gobierno de Bosch y el desconocimiento de la Constitución de 1963, Manolo y el liderazgo del 14 de Junio asumieron como consigna de la insurrección la restitución de la Constitución de 1963 y del gobierno constitucional de Bosch. O sea, derrocamiento del Triunvirato y restitución del gobierno y la Constitución. Esa misma postura, por distintos caminos y formas, había asumido el coronel Fernández Domínguez, a la cabeza de los militares constitucionalistas, desde la misma madrugada del 25 de septiembre de 1963.  Y ese inmenso acierto político trajo como consecuencia, que ante la muerte del inmenso Manolo, cuando el pueblo hubo de secarse las lagrimas y retomar su andar, no hubiera lucha en el país; no hubiera huelga, marcha, mítines, insurrecciones populares como la del 4 de mayo de 1964, donde las consignas reivindicativas de cada sector no fuera acompañada de la consigna de Constitución de 1963.

De esta forma, el pueblo dominicano fue encontrando una consigna y objetivo políticos que le diera rumbo a todas sus luchas, y un 24 de abril de 1965, como por arte de magia, el país se llenó de lucha y determinación, y una sola consigna retumbó en calles, barrios, localidades, y cuarteles: Constitución de 1963 y Juan Bosch al poder.

Se necesitaba un espíritu joven para ponerse a tono con el pueblo y con los tiempos. Un espíritu joven para asumir con valor esa comprensión. Jóvenes eran Manolo y “los muchachos” del 1J4. Jóvenes “los muchachos” de abril de 1965. Jóvenes los que aun hoy construimos Patria.

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