Manolo quema como brasa ardiente

Manolo quema como brasa ardiente

Cuando Camilo y el Che Guevara hacían su entrada triunfal en La Habana, aquel primero de enero de 1959, se encontraron con una gigantesca plaza y un busto monumental de José Martí, en la que hoy se conoce como Plaza de la Revolución. Lo había construido el dictador Fulgencio Batista en 1958, para “venerar” al apóstol.

Asimismo “veneraban” a Martí, el terrorista Posada Carriles y las bandas de terroristas que durante más de diez años sesgaron miles de vidas de patriotas cubanos, con sus actos terroristas dentro y fuera del territorio de Cuba.

El apóstol Martí pertenece al pueblo cubano y a todos los pueblos del mundo. No es propiedad de nadie. Pero la Cuba Revolucionaria que alumbró al mundo desde 1959 reivindicó la figura del apóstol para fortalecer los valores positivos presentes en el pueblo cubano, y Batista y el exilio terrorista cubano levantaban la figura del apóstol para defender los más oscuros intereses de los viejos dominadores.

Lo mismo pasa con figuras como Farabundo Martí, Sandino, Bolívar y Tupac Amaru. Pertenecen a los pueblos y a la humanidad, pero unos levantan su memoria para defender a quienes explotan a sus pueblos, y otros para luchar mientras vida tengan para liberar y reivindicar a sus pueblos.

Cada uno: Batista y el exilio terrorista cubano con José Martí, Joaquín Villalobos con Farabundo Martí y los centenares que han utilizado al libertador Simón Bolívar desde posiciones reaccionarias, tenían toda la libertad para realizar sus fechorías. Nadie podía impedírselo. Pero cada una de estas acciones está escrita en la historia como actos ignominiosos.  Y esos personajes pertenecen al ejército de los enemigos de los pueblos.

Lo mismo ha venido pasando en nuestro país con el líder y apóstol Manolo Tavárez, la más alta figura revolucionaria de la historia republicana del país.

Cuando un sector o grupo de las generaciones que han poblado nuestro país en los últimos 50 años, quiere denostar al contrario, o quiere ungirse con el brillo de persona revolucionaria, levanta la figura de Manolo Tavárez, para acusar al contrario de traicionar su memoria y pensamiento, o para autoerigirse en  “seguidor” de su pensamiento y acción.

Empero, en la República Dominicana de hoy, que vive el momento más difícil y ominoso de los últimos 50 años, a Manolo Tavárez solo puede honrársele asumiéndolo como lo que fue: el más significativo líder revolucionario de nuestra historia republicana.

 Su figura quema, como una braza ardiente, a quienes enarbolan su memoria para mantenerse en la pasividad o para hacerle el juego a los poderosos intereses que mantienen a nuestro pueblo sumido en situación tan difícil y ominosa.

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