Manolo Tavárez

Manolo Tavárez

JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
Frente a la televisión, viendo el interesante programa «Huellas en la Historia», que debe su paternidad al brillante periodista don Emilio Herasme Peña, fui sacudido por una gran emoción al disfrutar del capítulo correspondiente a la lucha y sacrificio del Movimiento Catorce de Junio, que recogió las antorchas y los gallardetes que a Quisqueya trajeron en Junio de 1959 los hombres de Constanza, Maimón y Estero Hondo. El movimiento descubierto en enero de 1960, el movimiento de Manolo Tavárez y de Minerva Mirabal fue algo que estremeció la conciencia nacional. La tiranía de tres décadas fue sacudida y el edificio granítico del despotismo trujillero comenzó a dar indicios de su inminente próximo desmoranamiento.

En «Huellas en la Historia», cuando Leonel Fernández con el tono brillantemente decidor de la oratoria de Jacques de Bossuet, elevó loas a la memoria de Manuel Aurelio Tavárez Justo y lo aclamó como héroe nacional, yo evoqué a Thomas Carlyle, del cual aprendí que la historia del mundo es la historia de los grandes hombres. Y los grandes hombres, en verdad de verdad, son los héroes, causa cierta de la historia.

Al titular este artículo «Manolo Tavárez héroe nacional», confieso mi alegría, mi emoción y mi orgullo. Y esto así, porque más de una vez estuve cerca de la figura histórica y patriótica del presidente del Movimiento Catorce de Junio.

El día miércoles 8 de agosto de 1961, tuve que salir a las carreras hacia San Juan de Puerto Rico. Ese día sostuve una entrevista con Manolo en el Conde esquina Hostos. No olvido que a su oficina me introdujo Miguel Arcángel Vásquez Fernández (Miguelito).

Regresé de Puerto Rico el 17 de febrero de 1962 y ese mismo día me visitó en Bonao en la casa de mi madre, Manolo acompañado de Bienvenido Aquino Pimentel. Me pidió que me hiciera cargo del programa radial del «1J4» en Bonao. Le expliqué que tal cosa me resultaba imposible, porque necesaria y obligatoriamente yo tenía que residir en la ciudad capital. Nuevamente fui incorporado a La Voz Dominicana y aunque laboraba en la emisora gubernamental, me convertí por petición de Manolo en el secretario de la Junta 64 del «1J4» instalada en la calle Oviedo, en la segunda planta de la residencia de Lupercio Bou que era el presidente de la mencionada Junta 64 y cuya directiva la completaban los médicos revolucinarios Santana Sabino y Juan de Jesús García (Chuchú) y el sociólogo Rafael Fernández.

Tras el funesto golpe de estado contra el democrático gobierno de Juan Bosch, las cosas se complicaron y una tarde los genízaros llamados «los cascos blancos» asaltaron y desmantelaron el local del «1J4». Entonces los responsables de la Junta de la calle Oviedo decidimos hacerle una visita a Manolo en la Rosa Duarte esquina Caonabo. fuimos una noche a la dirección indicada, tocamos la puerta del apartamento y nos recibió Juan Miguel Román Díaz, quien nos autorizó a entrar y ocupar asientos, diciéndonos que Manolo no se encontraba, pero que no tardaba en llegar. Tocaron en la puerta de entrada, Juan Miguel inquirió de quién se trataba, y una voz firme respondió «¡Belisario Peguero!» Era Manolo que llegó con un sombrero calado hasta las cejas. Se alegró de vernos y nos relató que antes del asalto al local del movimiento, desde la azotea de una casa de El Conde, un tal Vanderlinde les había arrojado piedras a los «cascos blancos». Yo le entregué un libro que le había llevado. La dedicatoria le gustó bastante y de buena gana se rió. Se trataba de la obra titulada «Una nación de borregos». Nos despedimos de Manolo y Juan Miguel, sin imaginarnos que en asunto de días, los muchachos del Catorce de Junio se irían en pos de las escarpadas montañas de Quisqueya. Ocurrió la matanza de Manaclas… y algo increíble pero cierto acaeció por televisión. El llamado «triunvirato» gobernaba  y la emisora estatal decidió dedicarles un programa especial a Francisco del Rosario Sánchez y a los mártires de San Juan de la Maguana. Nos encargaron del programa a mí y a Freddy Mondesí. La parte histórico-narrativa estaría a mi cargo y la parte artística correspondería a Mondesí. Me arriesgué y entretejí una urdimbre, una especie de maraña, donde los mártires de San Juan se convirtieron en los sacrificados de Manaclas. Con los ojos desorbitados se me presentó Jesús Torres Tejeda y me dijo: «Guillermo Peña está alarmado por lo que tú acabas de hacer por televisión. Tú crees que los golpistas son tan estúpidos que no se iban a dar cuenta, que le dedicaste el homenaje, no a Sánchez y sus compañeros, sino a Manolo y los demás caídos?».

Los amos de la situación no me dijeron nada; pero no me dejaron salir más por televisión, hasta que llegó el 24 de abril, fecha epónima de las grandes reivindicaciones, donde los hombres del «1J4» con la enseña verde y negra de Manolo y de Minerva, supieron colocarse en la vanguardia de las filas pueblerinas que acaudilló otro héroe nacional: Francisco Alberto Caamaño Deñó.

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