POR ANNA JIMÉNEZ
Solo así pudiera acercarme a contarles un poco sobre mi madre, una mujer esforzada que laboriosamente ha alcanzado logros en la vida.

De ella me siento orgullosísima, por su entrega, dedicación, amor y perseverancia espiritual a través del tiempo. Doy gracias a Dios por el privilegio de ser su hija, de entregarme confiado a esas manos de ternura.

Este domingo celebramos el día de las madres. Haz un alto, piensa en la importancia que tiene tu familia, en la bendición que recibe una mujer al ser madre, al ser dadora de vida, la responsable de que al árbol familiar le salgan ramas y dé buenos frutos.

Aprendamos a valorar a nuestras madres en su justa dimensión, a verlas como amigas sabias, a las que podemos contar nuestros más íntimos secretos, preocupaciones y anhelos, por que será quien mejor nos aconseje, ya que quiere lo mejor para nosotras y para los nuestros.

Demostremos amor auténtico, si han estado molestos reconcíliense, no hay mejor cosa que estar felices y en armonía con quien nos vio nacer, con quien cuidó de nosotros cuando estuvimos enfermos, con quien nos brindará manos de ternura a lo largo de nuestro desarrollo personal, qué otra cosa vale más la pena que estar en sintonía con nuestras madres y otorgarles regalos a diario: demostraciones de amor, de respeto, de consideración, de todo y más.

Quieran con todo el corazón a sus madres, que no salgan de su boca más que blandas y dulces palabras. Piensen que como traten a sus madres hoy así les tratarán sus hijos mañana.

Mami, que en el día de las madres Dios te llene de ricas bendiciones, gracias por ser una madre ejemplar, por ser la persona que más admiro, por ser mi tesoro, por permitirme quererte tanto.

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