Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo. Efesios 4: 26
Debemos saber que al enemigo no puede dársele lugar en nuestras vidas; porque de lo contrario lo que hemos construido se perderá por no tomar el control cuando se requiera.
Muchas de las situaciones en que nos vemos involucrados pueden controlarse, evitando de esta manera consecuencias desastrosas que dañarán nuestras relaciones con los demás. Pero la mayoría de las veces se nos olvida quiénes somos y damos libertad a nuestra carne para que actúe conforme a sus deseos.
No podemos permitir que nuestra vieja naturaleza nos domine y tome el control de nuestras emociones, hasta tal punto que un simple desacuerdo provoque en nosotros un enojo tan fuerte que dé lugar al rencor y al odio.
Cuando suceda algo que nos desagrade y quiera provocar una reacción contraria de inconformidad y desacuerdo, busquemos la presencia del Espíritu Santo antes que esto suceda, para que nos calme y nos llene de Su paz. Entendamos que ya no somos los mismos, por lo cual no hay lugar para el enojo, sino que tenemos que actuar con sabiduría e inteligencia divinas para no pecar, y agradar a Dios, manteniendo siempre nuestro corazón puro y libre de contienda.