Conocer ciertos aspectos relevantes a nivel psicológico sobre el matrimonio, nos permitiría fomentar la funcionalidad y durabilidad saludable del mismo.
Es de entenderse que desarrollar la unión en base a una intimidad e identidad compartida, y establecer simultáneamente límites para proteger la autonomía de cada miembro de la pareja, es elemental en el vínculo matrimonial, pero también lo es el lograr establecer una relación sexual plena y placentera y protegerla de las intromisiones del lugar de trabajo y las obligaciones familiares. Pero esto para las parejas que tienen hijos, asumir el gran rol de la paternidad y absorber el impacto de la llegada de uno o varios bebés puede resultar muy cuesta arriba, por lo que se debe aprender a seguir trabajando para proteger la privacidad como pareja, así como para saber enfrentar y dominar las crisis inevitables de la vida.
Este COVID-19 ha cambiado drásticamente la vida en los hogares. Muchos se sienten ansiosos, inseguros y tensos mientras se tratan de ajustar a una nueva y ojalá temporaria normalidad. La vida matrimonial y familiar enfrenta ya de por sí muchos desafíos, en los que inevitablemente hay conflictos. Es muy fácil que durante este tiempo aumenten las tensiones, que afloren los estallidos de mal genio y el sacar de quicio. La oportunidad de pasar tiempo juntos parecía una bendición, pero ese tiempo extra en muchos casos, ha dado ocasión a más malos entendidos e interacciones disfuncionales. Esto es especialmente real en el caso de cónyuges en los que las batallas relacionales previas pueden tal vez haberse magnificado, o en aquellos que por una u otra razón, “convivían” muy poco.
Toda relación de pareja, sin duda alguna, pasa por altibajos, las cosas cambias y las circunstancias de la vida influyen en una relación de manera importante, porque los hijos, las enfermedades, la economía, la familia política, el trabajo o las relaciones personales, entre otros, pueden causar cambios importantes.
Incluso para aquellos con los matrimonios más felices y estables, el distanciamiento social para combatir el COVID-19 provee algunos serios desafíos para las respectivas uniones. Pues, en muchos casos están confinados a espacios pequeños con la pareja, con poco o ningún respiro, y tienen que equilibrar así la vida profesional y personal, 24 horas al día, siete días a la semana, y si se añade niños pequeños a esa mezcla, puede ser una receta para el desastre. Y si para colmo, ambos cónyuges miran lo que está sucediendo con lentes diferentes, bajo distintas perspectivas, y tienen disímiles ideas de lo que se debe hacer, la cosa se complica más aún, y la única forma de solucionarlo es comunicándose.
Es muy bueno tomar por lo menos unos 20 o 30 minutos de tiempo ininterrumpido cada día en bien de la salud y el bienestar de la relación. Por lo que se debe hablar al respecto y ponerse de acuerdo cuando anhelen pasar algún tiempo a solas cada día. Respeten entonces esos límites.
Estos, son unos de esos momentos en los que se debe mantener la fortaleza del vínculo conyugal ante cualquier adversidad, porque el matrimonio debe ser un refugio seguro en el que la pareja sea capaz de expresar sus diferencias, enojos y conflictos. Y es buena idea, usar el humor y la risa para mantener las cosas en perspectiva y evitar el aburrimiento y el famoso aislamiento también en casa. Se debe aprovechar para nutrir la relación y apoyarse mutuamente, satisfaciendo las necesidades de cada cónyuge en cuanto a la dependencia y ofreciendo aliento y apoyo continuo.