Mantengamos la capacidad de asombro

Mantengamos la capacidad de asombro

Violeta Yangüela escribió un libro titulado “Esclava te doy”, un valiente reclamo del respeto a la mujer como pareja, como la otra parte del par que constituye la unión entre hombre y mujer, par sin disminuciones ni diferencias.

Nieto, hijo, sobrino, esposo, yerno y padre de mujeres sobresalientes, siempre he sabido que la mujer es igual al hombre, aunque con diferentes atributos físicos. ¡Y qué bueno que es así!

El día de las madres de 1964 Juan Bosch pronunció un discurso, que realmente fue un poema, destacaba que la madre dominicana, ha sido el hilo conductor que ha permitido la supervivencia de la República.

Mientras los hombres nos íbamos a la manigua a pelear, hasta sin saber por qué, mientras nos matábamos como salvajes, lo único real, verdadero, inconmovible era el hogar. La mujer educaba y criaba a los hijos, trabajaba para mantenerlos y, además, esperaba ansiosa la llegada vivo y sano de su marido. Y lo esperaba para que viera cómo había resguardado y respetado el hogar, para cuando él volviera, para el ansiado día de su regreso.

No hablo de la madre, cantada con versos diamantinos por doña Trina de Moya en su celebrado “Himno a las Madres” que todos cantamos con infinito amor, no, hablo de la mujer.

Hablo de esa mujer que desde el fondo de la historia se convirtió en laboratorio que probaba las hojas y las hierbas, los frutos y las frutas, sin saber si envenenaban, hasta que la humanidad fue descubriendo la vida a través de sus constantes experimentos, luego convertidos en sanos hábitos alimenticios.

La mujer que se quedaba en la casa por cuyas manos pasaban                                los temores y enfermedades de los hijos, los problemas y consejos a la pareja, ante una y otra situación difícil.

Ahora la mujer, a sus múltiples obligaciones, también une la de proveedora en el hogar. Trabaja, en la calle o en la casa, y lleva al hogar el producto de su labor.

No sé los detalles de otro de los horrendos crímenes que pasan como agua del molino,  como si no fuera nada: otro marido asesina a su pareja, porque es su mujer, de su propiedad, entiende él.

La propia hija de ambos lo señala como el asesino y alguien envía el caso a un juez interino ¡tenía que ser! y el magistrado, a menos de una semana de la tragedia, dispone una fianza para que el matador salga libre.

¡Hasta esos niveles de deshumanización hemos llegado!

¿Qué pasa? ¿Es que como ahora somos 8 ó 9 millones de dominicanos, nos toca una mayor cantidad de uxoricidios? 

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