Desde que las generaciones dominicanas se libraron de su ultima dictadura en 1961 hubo una palabra que se convirtió en una maldición para los funcionarios que no podían comprometerse a perder tiempo proporcionado mantenimiento a las instalaciones bajo su cargo tales como edificios, canales, carreteras, maquinarias, etc, a los que dejaban deteriorarse sin darle una mano de pintura o corregir alguna fuga de agua.
La indolencia oficial se instauró en el tren oficial y obras tales como el Metro le han dejado deteriorar sus escaleras de acceso para dificultar su entrada que cada vez tiene mas demanda como se observa a todas horas en la circulación de los tres vagones sobrecargados de pasajeros.
Ahora la moda es anunciar la rehabilitación de diversas obras en especial carreteras en que tan solo se trata de un mantenimiento como si fuera una construcción y se proclaman como obras nuevas llevando a cabo ceremonias cuando a una carretera se le aplica una capa de asfalto o a una escuela o hospital se reparan sus techos, se restaura el sistema distribución de agua potable o las luces vuelven a alumbrar de manera que las parturientas haitianas lleguen a un lugar mas cómodo para sus labores de parto en suelo quisqueyano.
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En tiempos de la dictadura de Trujillo había especial empeño en darle mantenimiento a las carreteras, canales y edificaciones en general de manera que siempre mantuvieran sus condiciones exactas para dar el servicio para el cual fueron construidas.
El descuido burocrático de las obras públicas iba en aumento para la década del 90 del siglo pasado cuando se acumulaban las fallas en las estructuras públicas, supuestas a darle un servicio adecuado a la ciudadanía de las instalaciones. A finales del siglo XX hubo un tiempo corto se intentó darle mantenimiento pero eso cayó en el basurero de las buenas intenciones cuando con los cambios de burócratas por cambios de gobierno el deterioro iba en aumento a medida que aumentaban las ambiciones de los funcionarios para enriquecerse y no ocuparse de dar mantenimiento a las obras bajo su cargo.
Y todas esas reconstrucciones de la presente administración solo es para devolverles sus condiciones originales a las carreteras, escuelas, hospitales, canales de riego y demás obras de servicio público. Muestran de como ya las ambiciones de los funcionarios traspasan las intenciones de ser honestos si es que hubo el propósito de ocuparse del mantenimiento pero surgieron las aspiraciones de obras nuevas, mas caras y ostentosas cuando con menos dinero se le pudo devolverle su esplendor anterior.
Devolverle a la burocracia oficial su sentir de responsabilidad para con el cuidado de las obras que son de su responsabilidad en cuidarlas y mantenerlas es como se dice arar en el mar ya que tan solo la corrupción les proporciona pingúes beneficios y ya tienen determinado cuales son las maniobras para evadir los exigentes reglamentos para la contratación de obras del Estado. Los cambios de modelo de vida son notables desde una humilde casa a una residencia o apartamento en los lugares mas exclusivos de la capital, Santiago, Puerto Plata y San Francisco de Macorís.
Y llevar la honestidad a la administración es una tarea que no esta al alcance de las presentes generaciones y se necesitarán nuevas generaciones para ver si alguna vez tenemos una maquinaria estatal con pocos desvíos.