Mantenimiento: Palabra desconocida

Mantenimiento: Palabra desconocida

En el lenguaje común de los dominicanos no existe una palabra que reviste vital importancia en darle seguridad a la perdurabilidad de las obras físicas, ya que por esa indolencia ancestral criolla, cuando cualquier ciudadano se ve revestido de autoridad aquella se potencializa y se deja destruir todo lo que se ha colocado bajo su cuidado.

El mantenimiento de todo lo que rodea al ciudadano para su beneficio y su uso, es dejado destruir bajo los más disímiles argumentos. Por esa dejadez, tan típico de la raza, que siempre asume que todo se puede dejar para más tarde. De ahí vemos cómo en las escuelas, hospitales, oficinas públicas el sistema sanitario se destruye por no cambiar las zapatillas defectuosas, o uniones que dejan salir el agua, o sistemas eléctricos destruidos; en fin que el dinero que se deja de invertir en darle mantenimiento a las obras se vuelven millonarias para las reconstrucciones y beneplácito de los contratistas y de los políticos padrinos.

La situación es peor cuando se trata de las vías de comunicación, acueductos, canales, sistemas de alcantarillado sanitario, etcétera, donde la falta de mantenimiento ocasiona severos inconvenientes a la ciudadanía. Esta ve reducir su calidad de vida cuando los impuestos que se pagan al gobierno no van a proteger las obras, que en su momento, costaron sumas millonarias.

Más luego toca el turno de las reconstrucciones de las obras, que hermosas y costosas resurgen con más esplendor que lo original. Con bombos y platillos se anuncian hermosas celebraciones y destacan el empeño del político de turno para restaurar el esplendor de antaño a la obra, que por no darle mantenimiento se destruyó y dejó de funcionar como ocurrió con el monumento de la Restauración en Santiago, o el palacio de Bellas Artes aquí en la capital. Dentro de poco veremos cómo será necesario acudir en auxilio del Teatro Nacional, al que no se le ha puesto atención y requiere de una buena inversión para devolverle el esplendor original.

Los dominicanos somos alérgicos a darle mantenimiento a las obras. Tal dejadez se manifiesta en el estado de sus hogares ya que la falta de cultura para esos menesteres, pero se pone más de manifiesto con ribetes graves cuando se ocupa una posición pública, dejando destruir lo que se ha puesto a su cargo para resguardarlo.

El rápido deterioro de las principales carreteras del país debería avergonzar a los responsables ya que por ejemplo a la carretera Duarte con solo pretender recortar la grama no es suficiente frente a la rápida destrucción de su pavimento que afecta a los vehículos. En lugar de ahora cacarear la regia reinauguración del Palacio de Bellas Artes, vergüenza debería dar por no haberlo protegido. El orgullo hubiese sido que 50 años después de su construcción todavía conservara su esplendor original como lo vemos en otros países. Un modelo de buen mantenimiento son las plantas eléctricas de la empresa minera de Bonao, que con 37 años en operación todavía mantienen un servicio de calidad y aportando cada una de las tres, unos 66 mil kilos instalados. En cambio la otrora CDE con plantas instaladas en los años 80 ya desaparecieron por falta de mantenimiento, como algunas que existían en Haina.

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