Es ya una tradición criolla que los empleados públicos rehúyen darle mantenimiento a las obras físicas puesta bajo su cuido y descuidan hasta cambiarle un bombillo quemado de sus oficinas. Y es que, el burócrata, por su tradición, solo busca el beneficio que se deriva de la posición, dándose el caso que muchos salen muy ricos y sin temor a los castigos que establece la ley por las acciones de corrupción.
Hasta las acciones judiciales colectivas de los desfalcos cometidos por los funcionarios que fueron de la administración del PLD hasta el 2020, nunca se habían tomado acciones tan firmes y reales para castigar a los dominicanos que delinquieron con fervor de gula, para arrasar con las propiedades puestas a su cargo y dejándolas maltrechas mientras sus propiedades privadas refulgían con grandes oropeles del boato y ostentación de la bonanza que disfrutaban en sus posiciones gubernamentales.
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Los procesos judiciales contra los funcionarios peledeístas en desarrollo, marcan una lentitud de suero de miel de abeja pero, al menos, parece que de verdad se trata de establecer un legado de responsabilidad para que los empleos públicos dejen de ser el botín de los políticos y se pueda conocer un trato transparente de unas funciones que antes se consideraban como un premio político el ser funcionario, pero, desde hace años y, en el siglo XXI, se convirtió en una fuente de enriquecimiento para quienes por sus relaciones con los políticos dirigentes favorecen con los cargos, disponiendo de ellos para favorecer a sus más conspicuos adherentes. Así premian a los seguidores más calientes que con fervor se mantienen en la línea de apoyarlos hasta verse instalados en un cargo de nombradía burocrática.
Desde carreteras hasta edificaciones muy diversas, se deterioran a ojos vistas por la desidia de los funcionarios responsables de cuidarlas y las hacen perder sus funciones para las que fueron construidas y anulando así sus funciones operativas. Los funcionarios solo se ocupan del día a día en los trámites de oficios, sin ni siquiera conocer las dependencias en donde fueron designados por su presidente amigo y que esperaba una gran devoción y entrega de ese seguidor para conformar así un equipo de trabajo devoto a la figura principal del tren de trabajo del político cabeza del Gobierno.
De ahí que no se explica el notable deterioro de edificaciones escolares de menos de cinco años de construidas, exhibiendo severas deficiencias de construcción con sus paredes y techos agrietados, pisos de mosaicos levantados y los más imperdonable, las pésimas condiciones de las instalaciones sanitarias en donde no existe un inodoro funcionando y si hay agua, ésta corre por el piso por estar las tuberías inservibles.
Donde existe más cuidados en las edificaciones públicas, son las instalaciones militares, allí la disciplina se impone y se puede admirar las condiciones de esas instalaciones gozando hasta de una apariencia limpia y cuidada donde, por la disciplina castrense, hay una observación de cómo se deben cuidar las edificaciones estatales.
Es un dolor de cabeza para un presidente ver de cómo sus obras de infraestructura se deterioran, exponiendo así las deficiencias que tienen, al menos que se debería conservarlas, en buen estado. Pero ocurre que dar mantenimiento a las edificaciones, canales, caminos y carreteras no deja beneficios políticos de inmediato, ya que eso no da el beneficio que busca el político para poder continuar disfrutando de la ubre nodriza estatal, a la cual aspiran llegar muchos para seguir escalando posiciones de mayor envergadura.