Mantenimiento

Mantenimiento

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Todos los años, como si se tratara de un cambio de estación, se publican las mismas noticias, sobre los mismos problemas, en los mismos lugares y con los mismos actores. Me refiero a dos ejemplos, el primero de los cuales es el que se refiere al sistema educativo oficial, que cada día está más en entredicho. Todos los secretarios de Educación dicen que bajo su dirección todo está bien y que en el gobierno pasado nada sirvió y sigue el deterioro en la calidad de la enseñanza que ya forma parte de la antología de la infamia.

Mucha gente entiende que la iglesia y la escuela son los edificios que las albergan. La escuela es la combinación alumno-maestro, personal administrativo y comunidad de padres y amigos.

Cada vez que se acerca el inicio de clases, la prensa recoge el estado de deterioro de los edificios escolares.

Que la pintura está descascarada, las paredes llenas de letreros y pinturas que no son de las clases de artes plásticas, que los baños carecen de agua, luz eléctrica y los equipos están dañados, que los asientos de los estudiantes están rotos. Se publican las fotografías, la televisión presenta las imágenes y en la radio se explican las condiciones de las escuelas: un desastre.

Cuando uno pinta una habitación, el frente o toda su casa, la cubierta dura años, todo depende de la calidad de la pintura.

El hijo del cómico norteamericano escribió una obra titulada «Mi padre» donde cuenta que su padre lo llevó al sastre y gastó el triple en un pantalón de «yin» que le pidió, que en la década de 1920 eran caros.

Durante seis o siete años el joven Marx creció y engordó y siempre hubo de dónde soltarle al pantalón para que le sirviera: el viejo Marx le había dado una lección que el hijo nunca olvidó: lo bueno dura y sirve para ahorrar.

El segundo ejemplo: el béisbol profesional de invierno se lleva a cabo en estadios construidos por el gobierno dominicano con dinero del erario.

Los deportes profesionales son un negocio que mueve nadie sabe cuánto dinero en el mundo. Los deportes cuentan con la simpatía de la mayor parte de la gente que alguna o muchas veces ha practicado uno o más deportes.

Aquí, el negocio del béisbol tiene el respaldo irrestricto de un aparataje de prensa que permite pensar que están pagados, que son cegatos o inocentes.

Lo último no se atreven a decirlo ni siquiera ellos.

Todos los años, indefectiblemente, se publican páginas y largos espacios de radio y televisión con las quejas de las «deterioradas condiciones en que se encuentran los estadios donde se desarrolla el campeonato invernal de beisbol profesional».

¿Cuánto invierte el país, todos los años, en la compra de bancos y asientos y material para la higiene de las escuelas? ¿Es que no hay mantenimiento durante el año? ¿Es que a nadie le duele el dinero del pueblo? ¿Qué falta para una supervisión y mantenimiento que permita cuidar de los bienes físicos de las escuelas?

¿Por qué hay que gastar millones de pesos en acondicionar estadios en los cuales se lleva a cabo el negocio del béisbol profesional?

¿Acaso será que en el caso de los estadios y en el de las escuelas conviene más permitir el deterioro físico para invertir en reparar, comprar y obtener comisiones?

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