Manú Ginóbili un jugador de presión

Manú Ginóbili un jugador de presión

SAN ANTONIO (AP).- Para Manú Ginóbili, intentar la jugada imposible, dar la última gota de sudor, es la única manera de jugar baloncesto, ya sea en la arena olímpica o en las canchas de la NBA. En estos días, el argentino Ginóbili sumó los esfuerzos a antiguos rivales en Atenas _ el alero Tim Duncan y el entrenador Gregg Popovich, en la victoria que el jueves dio a los Spurs San Antonio una ventaja de 1-0 sobre los Pistons de Detroit en la final de la NBA.

Ginóbili acertó sus seis tiros al aro en el período final y fue el mejor de los anotadores, con 26 puntos. Duncan tuvo 24 puntos y 17 rebotes, y los Spurs ganaron 84-69.

El segundo partido de la serie se realizará el domingo.

El juego de Ginóbili puede sorprender a aquellos que no prestan atención al baloncesto olímpico, y sólo siguen la NBA cuando llegan las finales. Pero no extraña a nadie que ha seguido la progresión del mejor baloncestista en la historia argentina.

Ahora en su tercera campaña en la NBA, Ginóbili ya tiene un título de la liga, un oro olímpico y una plata del campeonato mundial del 2002. Además, fue seleccionado dos veces el Jugador Más Valioso en la liga italiana y una vez en la final de la Euroliga en el 2001 _ una colección impresionante para alguien de apenas 27 años.

«Pienso que la consistencia que él muestra», dice Popovich, «está presente noche tras noche. No de vez en cuando. Esa disposición a tomar las canastas cruciales, a hacer todo lo necesario para ganar y hacerlo al mayor nivel de intensidad posible, están ahí cada minuto que él está en la cancha».

«Yo nunca le hablo para tratar de motivarlo. Nunca le digo nada. Simplemente le observo».

El zurdo con la melena desordenada fue el máximo anotador y mejor jugador de Argentina, y su mañoso estilo de juego sentó perfectamente a la mezcla de armadores precisos y aleros con puntería que caracterizó al quinteto.

Ahora, a medida que sigue mejorando y es escenario se agranda, más gente está abriendo los ojos a los especiales talentos del muchacho de Bahía Blanca.

«Cuando él entra en ritmo, casi hace que uno quiera sentarse a verle jugar», dice su compañero, el astro Duncan. «Probablemente lo peor que uno puede hacer es paralizarse y mirarle jugar, pero uno simplemente está anonadado por lo que él está haciendo».

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