Manuel A. Fermín – El voto rural

Manuel A. Fermín – El voto rural

Hasta 1978 podía comprobarse que solo un 49% de los dominicanos habitaba en las ciudades, sin embargo, el desplazamiento desde las zonas agrarias a las ciudades de importantes contingentes de población ha contribuido a engrosar las masas citadinas, y aunque llegan huérfanos de hábitos políticos y gremiales, ganando alguna conciencia laboral, política y urbana, por la abundancia del discurso y de los medios de comunicación de masas, termina al fin y al cabo evolucionando como afluentes de los grandes partidos. Así que de 5.3 millones que éramos para el año citado, el 51% era de población rural con un 43% de pobreza absoluta, propiamente sobrevivientes.

Hoy el cuadro es muy distinto, solo al 32% permanecer en el área rural, mientras en las ciudades los barrios están más poblados que muchas provincias enclavadas en las zonas rurales y los resultados electorales nacionales son decididos en estos centros metropolitanos. Ya el voto rural desde el punto de vista cuantitativo no es vital, es un voto disperso y como segmento social, el más carenciado, la clase peor atendida, la peor recompensada, a pesar de ser la clase que más aportes a la redención de la República ha hecho, hace tiempo que no le llega la acción reivindicativa: la infraestructura, el Código Agrario; también la efervescencia por ese sector tan pronunciado en época reciente, pero ida. El hombre rural está arruinado, devastado, sin aliento. Exigieron modificaciones estructurales, crédito en abundancia y a intereses competitivos, pero la crisis económica ha ido agravando dramáticamente la situación por el incremento de los costos de producción. En años pasados la ruina en los precios afectaba al hombre rural, ahora la desgracia es uno poder mantener los niveles de producción y productividad.

Bajo este cuadro es imposible mantener atado al medio rural a su principal protagonista.

La falta de políticas sectoriales ha contribuido a esta migración y al cambio brusco del mapa electoral dominicano. El incremento de importancia de las ocupaciones rurales no agrícolas (inmigración, motoconcho, zonas francas, turismo, artesanía, etc), ha permitido transferir masivamente la fuerza de trabajo desde el sector agrícola y rural a otros sectores. Dadas las condiciones socioeconómicas de la sociedad rural de hoy resultaría ilusorio un triunfo electoral contando con ese segmento solo por ser de extracción rural y de tener sus hábitos no simulados, que le ayudan, pero los niveles históricos sociales y de ingreso del campo han ido moviéndose aceleradamente al proceso de degradación y abandono. Quien más beneficios de ese voto obtuvo fue el doctor Balaguer, y lo tuvo por tener un objetivo claro: cultivarlo, atraerlo sobre el andamiaje jurídico y estructural para sustentar la obra de pagar la deuda de gratitud; la mayor deuda social de la nación. No relegó los servicios públicos fundamentales para mejorar las condiciones que permitirían al hogar del agricultor estar acondicionado y funcionar de acuerdo con los progresos de la época moderna. Claro, no fue tan abarcante, y con la obra infraestructural, un amplio programa agrario, impresionante, hubo dificultades en obtener el voto en comunidades sacadas del ostracismo económico: Azua, Nagua, Neiba, etc.

Pienso que ni siquiera mínimamente la obra social rural de Hipólito Mejía tendrá mayor peso y calado que la exhibida por el reeleccionista doctor Balaguer, por estar sustentada en lo prebendario (solares, soluciones habitacionales, títulos agrarios, etc), sin una filosofía agrarista, sin contenido ideológico. Todo se hace con una lógica conchoprimezca, señoreando las más altas cimas del clientelismo.

El reeleccionismo de Mejía cargado de una actitud paternalista tradicional, aunque, por regla, indiferente a la suerte de los trabajadores y el bienestar de las masas en sentido general, la convierte en una actitud, desde luego, más aparente que auténtica.

Si logró el voto masivo rural en el 2000, fue su atractivo y sugerente comportamiento de campaña, además de la arrolladora marcha de esa suerte de oligarquía de masa que es el PRD. Pero hoy ese voto se hace crítico por tantas torpezas, tantos errores; de ya no ver las barbas ajenas incendiarse sino las propias; agobiadas las familias por las estrecheces, los impuestos, y sin que aparezca alguien capaz de dar muestras de sabiduría para la adopción necesaria e inaplazable de medidas de carácter constitutivo que reduzcan la pobreza rural, intranquilas aunque no como las urbanas, por las tensiones sociales que se agudizan.

¿No es aquí donde concretaríamos formalizar y categorizar el campo dominicano para la preservación y fortalecimiento integral de la República?

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