MANUEL A. FERMIN – ¿Reeditar a Fujimori?

MANUEL A. FERMIN – ¿Reeditar a Fujimori?

Subyugado por la afición de los señores, que antonomáticamente dicen ser los «mejores pensadores económicos» que ha tenido la República, la Fundación Economía y Desarrollo, el presidente Mejía se arriesgó a un final de su lucida carrera, abriéndole las puertas al continuismo por la seductora sugerencia de la «revelación de la herencia y los beneficios de gobernar temprano».

Es decir, reeditar el «fujimorismo» no solo por su habilidad y parecido en lo técnico y lo social entre el peruano y el dominicano, propio de la hostilidad del medio rural, sino los resultados políticos obtenidos después de tomar las decisiones de «reformas económicas» profundas; también las coincidencias en el plano ideológico: el bonapartismo puro y simple; valerse de la hábil mezcla de la fuerza militar y del discurso con promesas de mejoramiento social. De aquí que, ambos, se dieran a la práctica más atrevida, incluso, aberrante como a la que llegaron de forzar las puertas del Congreso, que parecen tapizadas de lodo, para remover la losa constitucional que cubría el impedimento a la reelección presidencial.

No obstante estas coincidencias, las diferencias en cuanto a la realidad de los dos medios, Perú y República Dominicana, y las opiniones, tan respetuosamente formuladas por especialistas lo confirman, la situación encontrada por Fujimori al arribar a la presidencia, es la de un Perú consumido por la violencia política patrocinada por grupos rebeldes marxistas, postrado económicamente por una inflación de mil por ciento, estragado por la corrupción, la justicia permeada, alto desempleo y la ausencia de un liderazgo político representativo.

El peruano no se amilanó y logró revertir todo ese barullo, donando la económica, humillando la subversión de izquierda, aumentando el empleo, favoreciendo la llegada de la renta pública a los más apartados lugares de la geografía andina, llegando inclusive a facilitar el crédito agrícola al Trapecio Andino, libre de tasa; consustanciándose con los precaristas, imitando sus rituales, pero al mismo tiempo imponiendo su autoridad. Y es que llega al poder en momentos en que los peruanos parecían irreconciliables.

Su labor fue, por los menos en su primer período que es el que motiva esta opinión, de pacificador, de unificador, rehabilitador y formulador de políticas destinadas a dinamizar una economía desmayada, así como a consolidar a Perú y colocarlo nuevamente en el mapa económico mundial.

Es decir, gobernar con las dificultades políticas cerradas y provocar avances se puede afirmar que es tarea de titanes, y Fujimori los enfrentó con tacto y flexibilidad, reconocida paciente, habilidad política, sagacidad y pragmatismo.

Nos dio las señales, la silueta de caudillo, dotado de las condiciones necesarias para asumir la dirección enérgica y resuelta.

La herencia encontrada por Hipólito Mejía fue la de un economía con un fuerte crecimiento durante la última década, estabilidad macroeconómica (tasa de inflación baja, tasa de cambio más o menos estable), estabilidad política y buen ambiente de gobernabilidad, pues la oposición muy disminuida y todo el poder del Estado concentrado en su partido era más que suficiente para el buen manejo de la administración pública. Sin embargo, desde los primeros pasos del gobierno vimos una tendencia decidida a inclementes censuras, quitándole terreno a la elegancia del discurso político para dárselo a lo cotidiano; desapareció la figura de la modestia y el comedimiento, de la tolerancia y discreción, solo para agradar al vulgo, aficionado a aplaudir lo que no entiende porque oye de prisa.

Mientras el peruano se hizo acompañar de hombres de Estado, el dominicano lo hizo de una manada frenética de seguidores -!que se fajaron! -con poca experiencia pero con pavoroso desenfreno que han contribuido a la caída tan inesperada y rápida de la estabilidad y el bienestar dominicanos.

Ahora lo que presenciamos es una nueva aristocracia política, embriagada, envanecida y ensobercida de poder queriendo continuar el fracaso patrocinado por los artífices de las nuevas corrientes económicas, traicionadas siempre por la realidad, que lograron imponer la casquivana idea de fundamento desatinado para supuestamente darle caza a la pobreza.

Así, mientras en el Perú se arreglaba lo descompuesto y ganaba adeptos la reelección, en la República Dominicana sólo preludia la extensión de la esperanza cargada de tan espesas sobras, por las condiciones en que se encuentra, sumamente deplorable, para la inmensa mayoría de los dominicanos, sobre todo para los que representan la clase más pobre, donde la gente carece de las necesidades más perentorias, donde casi se lleva una existencia verdaderamente miserable. Lamentablemente salimos de lo ubérrimo para lo paupérrimo. (Qué desgracia!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas