Manuel A. Fermín – Transición tortuosa

Manuel A. Fermín – Transición tortuosa

Cuando las lluvias, pese a los daños y a la catástrofe humana de la frontera, saturan nuestros acuíferos y rebosan nuestros embalses para garantizar los sembradíos de los cultivos básicos, como anunciándonos buenos augurios; con arcas nacionales aunque exangües, pero una estructura recaudatoria que espera una reforma profunda; la tranquilidad pública reponiéndose y el comercio dando señales de vida; cuando la colaboración internacional está en la mejor disposición de contribuir con las nuevas autoridades por crear un buen ambiente de inversión que afecta en un 20% en América Latina, la República Dominicana, que luce atractiva por su cercanía y acuerdos con la mayor economía del mundo y otras naciones desarrolladas, en la dirección del Estado las cosas parecen que tendrán que dirimirse con tropiezos por el ocultamiento en amplios repliegues de acciones de trastienda. Ya comienzan las toses de un atascamiento para la constructiva oposición. Se aprecia como que se inicia un sombrío pulso con la incertidumbre, como que crecerán y se afianzarán las dificultades. )Se acercan horas de desorientación, de desequilibrio? Estas condiciones presentes todavía gravitan como una desgraciada consecución del querer de un solo hombre que lamentablemente dejó de representar una clara esperanza. Su proyecto político quedó ampliamente rezagado a la fuerza de un adversario que se elevó a niveles muy superiores.

El tono dialogal pensábamos que retornaría en el presidente Mejía después de unos resultados electorales tan contundentes en contra de sus aspiraciones. No ha sido así. Sus expresiones fuertes, subidísimas de tono, aunque entendible para poder sobrellevar tan pesada carga en la transición, solo nos auguran caminos de gobernabilidad poblados de misteriosas complicaciones, de negros presagios. En su presentación en los medios de comunicación Corripio nos dejó la impresión de que no «habrá buenos tiempos»; delatan tan aceradas respuestas que habrá una oposición cerril, dura, que de ser así sería imprudente y hasta apocalíptica con respecto a la misión del próximo gobierno: hacerlo fracasar. Restó capacidad para resolver los problemas alimentarios del pueblo, para enfrentar el gran reto: vincular en forma efectiva los beneficios en elevar el bienestar social de las mayorías y superar las líneas de pobreza.

Las cosas que ya venimos observando parecen que sobrepasarán la comprensión: se ratificó los miembros de la Cámara de Cuentas y se retira el FMI, la deuda eléctrica aumentando, exoneraciones de vehículos, despojos de propiedades públicas (CEA, B. Nacionales, etc.), pagos de intereses de deuda externa suspendidos (Bonos Soberanos), activos del Estado utilizados para cubrir deuda pública interna, etc., por la razón de «que estoy gobernando», aún cuando los hechos vayan delante de los análisis: «hago el hecho y luego lo justifico», «lo hice porque se podía hacer», práctica ésta que en todo el período se ha caracterizado por imponerse la concepción vertical a la horizontalidad de la jerarquía.

De seguir como vamos, la transición caminará sobre piedras; sobre piedras puestas por las autoridades. Aparecerán las miserias de las zancadillas (modificando leyes, aprobando proyectos en latencia, otorgando pensiones apresuradas, ascensor sin méritos, etc.), es decir, abusar demagógicamente de sus facultades constitucionales. Saltan los errores de gerencia y de interferencia, porque el gobierno técnicamente no está en condiciones de entregar, porque acumuló tanto poder que no pasa rigurosamente la prueba de la auditoría. Nunca ha sido fiscalizado. Poco es lo que sabemos de la verdadera dimensión de los «próximos tiempos». Los costos ocultos sobrepasarán los límites de la razonabilidad. Ojalá esté equivocado y sea una apreciación temeraria de mi parte.

Por tanto, con una economía frágil, hipersensible y de equilibrio delicado, cargada de fuerzas desestabilizadoras y adversas al marco macroeconómico; además, la propia credibilidad como recurso de poder, disminuida en su valor por las interpretaciones electorales, lo aconsejable es alejar los profanadores cargados de extravagancias y excesos de arraigadas prácticas, que no tienen recato, el mínimo pudor, que pierden los escrúpulos, empujados por el afán creciente de hacer lo indecible, de sustentar la indeclinable responsabilidad de salvar a «su jefe» a quien no pueden negarle constantemente su incondicionalidad. Si se quiere una transición modélica el presidente Mejía no debe dejarse arrastrar por el abismático desatino de llenar de abrojos y espinas ese camino. De no hacerlo así, el aluvión vendrá y los sepultará a todos.

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