Manuel A. Fermín – ¿Tratados agroinvasores?

Manuel A. Fermín – ¿Tratados agroinvasores?

Abordar el impacto de diversas políticas sobre el sector agropecuario dominicano en las últimas décadas conduce rápidamente al análisis de los tipos de problemáticas; las políticas macroeconómicas que fijan las relaciones entre el desarrollo sectorial agropecuario y el resto de la economía y las políticas específicas hacia la agricultura.

Será tarea decisiva de nuestros gobernantes buscar respuestas apropiadas a todas las interrogantes que surjan en los años por venir para asegurar a la población creciente su alimentación a largo plazo; como velar para que nuestros agricultores no sucumban por no estar preparados para un comercio abierto y complejo como es el de la agricultura.

Casi a diario en los periódicos dominicanos leemos todos los pasos que en materia de negociaciones para arribar a acuerdos de libre comercio con países vecinos vienen dando nuestras autoridades. Incluso, países con marcadas diferencias en materia de competitividad por su organización y eficiencia pronto pondrán en ascuas a los productores nacionales atrapados todavía en las redes de una discusión bizantina sobre el proteccionismo y sus «fatales» consecuencias y el aperturismo y sus «bondades». Las naciones mercados, mientras ellos con amplitud nos conceden penetrarles sus puertas a la importación de productos no procesados, como frutas tropicales, lana y cuero, pero tan pronto los mismos pobres comienzan tratando de exportar jugos, telas o zapatos, se les aumentan los aranceles. Se castiga el valor agregado. Frutos provenientes de países en desarrollo enfrentan un arancel promedio de 7.4%, pero frutas procesadas tienen aranceles promedio de 17.1%. La piña es importada por la Unión Europea libre de impuestos, pero se grava el juego de piña sin azúcar en 20% y el jugo de piña dulce en 42. Este es un ejemplo revelador de los términos de intercambios que quieren estos países, principalmente los europeos que se la echan de ser respetuosos de los derechos de los débiles, pero su hipocresía es inocultable. Ese caso del alto gravamen a la piña azucarada es porque esos países subsidian la producción de azúcar de remolacha y lanzan al mercado internacional cinco millones de toneladas que deprime los precios de los azúcares de caña. Pero, como burla a las debilidades muestras, los países más desarrollados se ofrecen preferencias comerciales entre ellos a través de aranceles más bajos. Siguen enquistados los grupos de presión proteccionistas que abogan por las barreras tarifarias, altos aranceles, subsidios altísimos y hasta licencias de exportación.

Después de todos estos enredos de «tratados», los dominicanos estamos siendo «agroinvadidos» de productos de origen agropecuario que podemos producir y mejorar los que hacemos aquí. Las posibilidades de encadenar procesos de producción primaria con agroindustrias locales que aumentan los ingresos y el empleo son el tipo de actividades que es posible impulsar a nivel local.

Sin embargo, estas no son opciones simples, ya que requieren complejas articulaciones combinadas con políticas estatales dirigidas a corregir el agobio de las malas decisiones de los gobiernos: la regularización de la energía, políticas fiscales claras; desterrar el clientelismo en los partidos y poner las energías para darle músculo al esfuerzo nacional; criollismo con calidad. Ante estas políticas devaluatorias que cada día irán restringiendo esa dependencia de productos que nos invaden vamos a darle valor agregado a lo nuestro; es decisivo pensar en esas líneas y formas socioeconómicas organizadas que deben recibir apoyos provenientes de una verdadera estrategia de desarrollo nacional.

Tenemos que promover que en el agro no se agoten las actividades al ámbito agrícola ganadero sino fortalecer nuestros mercados a la autosuficiencia penosamente abandonada para darle cabida al aperturismo sin frenos cuyos conceptos son de implacabilidad y la observancia de la gradualidad y de las mismas oportunidades para con nuestras materias primas elaboradas.

Las discusiones dentro del tratado del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) dejan la duda de que no será posible vencer las barreras agrícolas o arancelarias o las cláusulas que menoscaban a las naciones pobres por lo que somos conscientes que no podrá haber ALCA sin agricultura, por más plazos que pongamos o por más derivación de las decisiones a otros escenarios.

Si vamos a revertir esquemas en obsolescencia, debe ser con el apoyo de nuestras fuerzas aunque sean débiles, porque de lo contrario las potencialidades locales deben ser preservadas hasta que se compruebe que la cooperación y la unidad benefician a todos los países involucrados; que existe un compromiso compartido y no excluyente.

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