Manuel A. García Saleta. – Cartas al director

Manuel A. García Saleta. – Cartas al director

[b]Señor director:[/b]

Hace algunos días, el distinguido comentarista Machi Constant, en su acostumbrado programa de la Revista 110, se refirió al reconocimiento que hizo la Cámara de Diputados designando al doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo, héroe nacional y mártires a los demás compañeros que, junto a Manolo Tavárez, murieron en Las Manaclas; decía que la designación de Manolo era correcta, pero que lo de mártires no les correspondía a los demás, porque era normal que todos los que deciden ir a una lucha armada toman el riesgo de morir en combate.

Pues bien. El señor Constant, confieso, es mi comentarista preferido de la televisión, por sus comentarios y análisis que hace, lo expresa con mucha responsabilidad y sin temor; cuando tiene que señalar los errores o abusos cometidos por los poderosos o funcionarios públicos o gobiernos extranjeros, lo dice con valor y sin miedo de perder la visa.

Quizás Machi no recuerda o no conocía detalles importantes de cómo murieron y porqué murieron en la forma que sucedió esa pléyade de valientes jóvenes que se inmolaron por una causa justa y valedera.

Me explico. Cuando se desplomaron los demás focos guerrilleros que estaban planificados para luchar contra el golpe de Estado al Gobierno de Juan Bosch, solo quedó vigente el foco de Las Manaclas que dirigía Manolo Tavarez, porque los demás guerrilleros fueron hecho presos y encarcelados en La Victoria. Frente a esa situación, el grupo de Manolo quedó desamparado y en una situación difícil.

Inesperadamente, surgió algo que nos brindaba la oportunidad de salvar a Manolo y su grupo.

En Radiotelevisión Dominicana se presentó, de repente, el ingeniero Manuel Tavárez Espaillat, uno de los tres miembros del Triunvirato que gobernaba el país, garantizando la vida de los guerrilleros que quedaban si se entregaban voluntariamente.

Esa misma noche me llamó el doctor Benjamín Ramos Alvarez, quien había sido designado el sustituto de Manolo durante su ausencia. Me dijo: «En el ingeniero Tavarez Espaillat se puede confiar, si hace oferta debemos aceptarla por el bien de todos los compañeros que están en las Manaclas. Hay que buscar una persona que pueda ser el enlace para discutir este asunto». Me sugirió a don Arturo Despradel, el papá de Fidelio y me ordenó hacer esa diligencia.

Al día siguiente contacté a la señorita Minetta, directora del colegio Santa Teresita, la persona más servicial, más colaboradora y la que más riesgo tomó en la lucha contra la dictadura de Trujillo; era cuñada de don Arturo y le expliqué lo que quería Benjamín y sin vacilar dijo: Mañana te llamo para decirte la hora y el sitio del encuentro. Al día siguiente llamó, diciéndome que don Arturo iba a estar a las 3PM en el Colegio. Fui a la cita, hablé con don Arturo, estuvo de acuerdo con lo de Benjamín, pero explicó que era necesario que el movimiento 14 de Junio diera demostración de fuerza, actuando como guerrilla urbana, y crear problemas de agitación en la ciudad. Si esto se realizara, le plantearía a las Fuerzas Armadas que si me entregaban los guerrilleros vivos, suspendería las actividades y lo desórdenes que se pudieran estar efectuando en todo el país. Le expliqué a Benjamín lo que pedía don Arturo y me ordenó que llamara a Roberto Duvergé para que procediera inmediatamente con esas actividades. Así lo hice. A Roberto lo contacté a las 5 AM; dijo que no se podía hacer nada porque los muchachos de la Universidad dijeron que en Navidad no era oportuno esas actividades; y que además él solamente le habían dejado un revólver y una escopeta. No se hizo nada y todo quedó en veremos.

Al fin y al cabo se confió en las palabras del ingeniero Tavárez Espaillat y decidieron entregarse. Cuando llegaron al borde de la carretera, fueron rodeados y ametrallados a mansalva, sin piedad, con saña y odio, hasta exterminarlos a todos, con excepción de Emilio Cordero.

A Manolo le dieron el tiro de gracia en la frente y lo apuñalaron en la barriga. Esta barbarie se puede calificar como el crimen más horrendo de la historia dominicana. Los militares y los civiles involucrados en eso quedaron impune, como si nada hubiera pasado.

Esos jóvenes no murieron en combate con el Ejército dominicano, ellos portaban el símbolo de la paz y a pesar de eso fueron ametrallados vilmente, sin poderse defender, porque no tenían armas en sus manos.

Señor Machi Constant, creo sinceramente que es válida la designación de Mártires dada por el Congreso Nacional a todos esos jóvenes idos a destiempo.

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