Manuel Corripio García

Manuel Corripio García

Manuel Corripio García, decano de inmigrantes, fue un monumento permanente al trabajo y a la humildad. Ni el prestigio ni la fortuna, ganados sobre la base de una labor fecunda desarrollada durante poco más de ocho decenios, jamás le envanecieron. Por el contrario, le ratificaron en su condición de hombre sencillo, afable, que sólo rendía culto a Dios, a su familia, a sus amigos y al trabajo dignificador.

Llegó al país en 1921 y junto a su hermano Ramón formó una pareja de hombres laboriosos que jamás desmayaron por el hecho de vivir en un Santo Domingo que conoció de muchos infortunios de la época.

Manuel Corripio García volvió a España, su España natal, poco después del ciclón de San Zenón que azotó el país en 1930 y un par de años después casó con la señorita Sara Estrada. Consciente de que su destino había quedado  sellado en Santo Domingo, Manuel Corripio García y su joven esposa, junto al único hijo del matrimonio, José Luis (Pepín), se dirigieron hacia la capital dominicana, donde se entregaron por completo a un trabajo sin tregua.

El propio Manuel Corripio García, ya nonagenario, recordaba con gran alegría cómo iniciaba su trabajo alrededor de las seis de la mañana, para concluirlo casi al filo de la medianoche.

El vigor y la dedicación al trabajo de este hombre excepcional se salían del marco de lo común. Hasta hace muy poco tiempo, con más de noventa años de edad, Manuel Corripio García rendía jornadas que ya quisieran desarrollar para sí hombres jóvenes. Manuel Corripio García fue un ser súper sencillo. Huía de los homenajes, pero se vio obligado a recibir muchos, pues la sociedad quiso reconocerle, en vida, sus aportes al desarrollo.

Jamás fue vanidoso. Fue amigo personal de jefes de Estado. El profesor Juan Bosch fue compañero de labores y de vivienda en sus años mozos. El doctor Joaquín Balaguer le profesaba profundo afecto. Y lo mismo puede afirmarse de los mandatarios que le siguieron en el uso del poder.

Nada de eso, sin embargo, separó a Manuel Corripio García de sus obligaciones, de su trabajo constante, el único milagro en el que, con sobrada razón, creía todo el tiempo.

Manuel Corripio García no nació en República Dominicana, pero era todo un dominicano a carta cabal. Nuestras alegrías fueron sus alegrías, nuestras penas fueron sus penas. Cumplía, religiosamente, con los preceptos legales y jamás, en su fructífera existencia, se vio envuelto en escándalos de especie alguna. Nunca dejó de expresar su gratitud a esta nación que le hizo suyo y a la cual rindió permanentemente tributo de amor y respeto.

Manuel Corripio García vivió siempre orgulloso de la labor realizada junto a él por su esposa Sara, fallecida hace algunos años, y su hijo José Luis, bajo cuya conducción se amplió y consolidó la red de negocios iniciados por el gran pionero. Jamás olvidó a su hermano Ramón, a quien definía como su «segundo padre».

Ese hombre extraordinario, Manuel Corripio García, acaba de responder al llamado que le hizo el Creador, a escasos meses de cumplir noventaisiete años marcados por algo que todos debemos añorar si queremos progresar: el trabajo constante, permanente.

Paz a los restos de Manuel Corripio García, y nuestras muestras de pesar a sus hijos José Luis (Pepín) y Ana María; a sus nietos Manuel y Rafaela, José Alfredo y Laura, Lucía y Alejandro, Ana y Rafael; así como también a sus biznietos, sobrinos, primos y demás familiares.

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