¡Manuel Nina Cisneros: cosmografías del sueño & el delirio!

¡Manuel Nina Cisneros: cosmografías del sueño & el delirio!

Manuel Nina Cisnerost materializa una refrescante propuesta pictórica de radical filiación surrealista, donde las cifras identitarias operan desde las lúcidas y sutiles elaboraciones de la forma, el espacio, la luz y la policromía; desde una íntima y ardiente latitud espiritual y, sobre todo, a partir de una pulsión creadora que se libera desde el salto abismal hacia las apartadas y fértiles realidades del sueño, lo fantasmático y el asombro.

Durante un reciente y fragmentario diálogo con Ada Balcácer, abordábamos la urgencia del estudio de las raíces y travesíasdel Surrealismo en la modernidad artísticadominicana.Y es que resulta pertinente la apasionadapreocupación de la insigne y respetadamaestra nacional ya que, desde los inicios de la cuarta década del siglo XX hasta nuestros días, el Surrealismo se sostiene y proyecta como una de las tendencias másfértiles y brillantes de nuestras artes plásticas y visuales.

Pero, antes de calibrar los rizomas yfructificaciones de la constante surrealista en el artedominicano se impone atender los motivos de la fascinante y memorable aventura protagonizada en el Caribe, durante la primera mitad de la cuarta década del siglo XX, por algunos de los más inspirados y preclaros exponentesdel Surrealismoeuropeo y latinoamericano como Pierre Mabille (1904-1952); André Breton (1896-1966); Alejo Carpentier (1904-1980); Wifredo Lam (1902-1982) y Michel Leiris (1901-1990).

Las transmigraciones del Surrealismo en el Caribe, inician hacia medidos de 1941 con la escala en Martinica y Haití del poetaAndré Breton; el antropólogo,filósofo y etnólogo Claude Lévi-Strauss (1908-2009); el pintor cubano Wifredo Lam y otros intelectuales que zarparon desde Marsella escapando de la ocupaciónnazi. Tal como apunta la doctora María Clara Bernal: “Este viaje accidentado de Europa hacia América, tiene gran importancia y se convierte en una metáfora de la renovación del Viejo Mundo como se conocía, se escapaba de la expresión más infame de Occidente conocida hasta el momento y se navegaba hacia un ideal”…(1).

De aquelprístino encuentro en el Caribe entre Breton, Lam, Carpentier y Aimé Césaire (1913-2008), resultaría “La jungla” (1942),además del estallido de un inesperado y renovador espíritu surrealista queinsemina y disemina el proceso expansivo del arte dominicano a través de unos universos simbólicos imprevistos y esplendorososcomo los de Jaime Colson (1901-1975); Eugenio Fernández Granell (1912-2001);Gilberto Hernández Ortega (1923-1979); Jorge Noceda Sánchez (1931–1987); Clara Ledesma (1924-1999); Iván Tovar(1942-2020) y Ada Balcácer(1930).

Asimismo, el Surrealismo dominicano, arderá en su máximo esplendor a través de una serie de poéticas visuales donde las formas y conceptualizaciones estéticas de lo objetivo, admiten unos niveles altamente especializados detransmutaciónestilístico-expresivacomo sucede en las resoluciones discursivas de artistasde diferentes generaciones como Luichy Martínez Richiez (1928-2005); Jose Félix Moya (1943-2019); Félix Brito (1945-?); Dionisio Blanco (1953); Manuel Montilla (1948); Alonso Cuevas (1953);Jose García Cordero (1951); Osiris Gómez (1964) y Manuel Nina Cisneros (1978), entre otros.

El Premio Nobel mexicano Octavio Paz, sostiene que el Surrealismo es más una actitud del espíritu humano que uno de los movimientosde mayor incidencia en el arte occidental del siglo XX. Y precisamente, la refrescante propuesta pictórica deespíritu surrealista que materializa Manuel Nina Cisneros durante las últimas dos décadas, admite su apreciacióncomo axiomático paradigma de la posmodernidad artística en Santo Domingo.

En esa misma dirección, advierte el doctor Odalis G. Pérez: “En el la pintura de Nina Cisneros, lo posmoderno se reconoce a través de la seducción por los objetos que encontramos en la territorialidad caribeña y sus ramificaciones. No se trata de un aplique en tela o de algún uso medido o desmedido de la naturaleza en oposición a la cultura, sino más bien, de un reclamo que el artista le hace al imaginario estético del Caribe insular”…

Y agrega el reconocido especialista: “Cuerpo, formaciones geológicas y vegetales, así como tiempo y erosión, conjugan la visión turgente de un arte que descompone idealidades mediante el color, el trazo unificado y el orden usual de los elementos. Desde la corporalidad abyecta y sus miembros, vemos flotar pequeños mundos y puntos luminosos que, además, se desprenden como hilos mágicos y convergentes en un universo constituido por agua, mirada y cielo”…(2).

En efecto, una ruptura instintiva y pasionalmente lúdica con el dogma surrealista europeo de la “intención catártica” se establece como característica distintiva en el universo simbólico de Manuel Nina Cisneros. Así, su práctica pictórica se materializa como un espléndido “itinerario limite” entre lo real, lo imaginario, el sueño, la quimera y la utopía
Cosmografías sensibles del sueño y el delirio.

Festín alucinatorio de la maravilla, la memoria y lo enigmático. ¿Espacios en rojo de pájaros e intermundos cibernéticos? Volátiles interfaces de la fuga y la ficción. Imaginario polisintético con el cual Nina Cisneros materializa y celebra las espirales mistéricas de lofantástico, la magia cotidiana de la vida y los destellos inefables de la existencia. Territorios sígnicos e imagéticos impregnados de aliento, extrañeza, deseo y seducción…

(1). María Clara Bernal. “El encantador de serpientes: sueños de paisajes lejanos”. Revista de Estudios Sociales (Online). Agosto, 2008.

(2). Odalis G. Pérez. “Manuel Nina Cisneros: Seducción, alteridad de la imagen y posmodernidad”. “Terra Ventosa”. Museo de las Casas Reales. Santo Domingo (2004).

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Manuel Nina Cisneros. Fotografía de Mariano Hernández

Síntesis de Manuel Nina Cisneros

Manuel Nina Cisneros, nace en San Cristóbal, el 24 de octubre de 1978. En su adolescencia, asiste al taller de su primo, el reconocido artista Dionisio Blanco.

Es egresado de la Escuela Nacional de Artes Visuales, donde tuvo como profesores a los maestros Marianela Jiménez, Rosa Tavárez, Amable Sterling y Alonso Cuevas.

Dibujante y colorista excepcional, su obra trasluce una profunda admiración por las surrealistas mexicanas Leonora Carrington y Remedios Varo.

En las últimas dos décadas, ha exhibido exitosamente en importantes muestras individuales y colectivas en Santo Domingo, Estados Unidos, Cuba, Puerto Rico y Guadalupe.

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