“¡Aquí tengo a Villanueva y a Aníbal, le ordeno que a las cuatro de la madrugada se preparen para el combate! ¡Tomen esos remolcadores y nos vemos a las cinco en el malecón!”.
Con este mandato al oficial de turno de los Hombres Rana en Sans Soucí, Manuel Ramón Montes Arache, considerado el alma de la Revolución de 1965, incorporó a ese Cuerpo al movimiento constitucionalista el día 26 de abril. Se refería a Ramón Mauricio Villanueva, instructor, y a Aníbal López, su guardaespaldas, ayudante militar en la guerra, su hombre de confianza, el que apoyó su integración al movimiento antes de que él se enterara.
Porque el 24, el superior interino de la guarnición, capitán de fragata Octavio Pérez Mota, reunió a los soldados para comunicarles que el coronel Montes Arache había sido declarado desertor y que había que capturarlo vivo o muerto, narra López, quien entonces era sargento.
Sintió indignación y dolor al escuchar semejante determinación porque Montes no solo había sido el fundador de la Escuela de Comandos de los Hombres Rana en 1959 sino “por su rectitud y solidaridad, porque creó un liderazgo basado en la sencillez. No mandaba, actuaba y ejecutaba, era comandante, amigo, hermano, padre, hacía los entrenamientos con nosotros. Me inculcó mi pensamiento social para con los más desposeídos. ¿Cómo podía ese oficial expresarse así de él? Queríamos comérnoslo vivo”.
Montes había regresado al país diez días antes del 24 pues se encontraba en Estados Unidos sometido a cirugías por las graves heridas que dejó en su cuerpo la explosión de 52 detonadores que tenía en sus bolsillos afectando sus brazos y pecho pero sobre todo la cara en la que hubo que hacerle varios trasplantes.
López y Villanueva decidieron aprovechar la noche para abjurar e ir en busca de su jefe. Primero hicieron un sabotaje a las armas, quitándoles las agujas de percusión y luego se lanzaron al río Ozama hasta llegar a la George Washington. Tras varias búsquedas lo encontraron junto a Francisco Alberto Caamaño saliendo del Palacio Nacional. “Les hicimos el saludo pero ellos vinieron y nos abrazaron”.
La disposición que en ese momento dio el carismático Montes Arache fue acatada y dio lugar al primer combate, en la Comandancia del Puerto. Los Rana se enfrentaron a los marinos “logramos reducirlos y tomamos sus armas”, asevera Aníbal.
Montes Arache va a ser reconocido asignando su nombre a una calle de Santo Domingo. López es quien con más propiedad puede hablar de la actuación del homenajeado en la Guerra de Abril. Siempre estuvo a su lado, vivió con él las experiencias más arriesgadas en los momentos más comentados de ese acontecimiento y en otros poco mencionados o conocidos que revela con arrebato y efervescencia como si estuviera en acción, repitiendo hasta las mismas palabras e instrucciones de su comandante, dejando ver el arrojo de ese combatiente hasta el 19 de diciembre cuando desafió a los norteamericanos en la Base 27 de Febrero a la que enviaron a los militares constitucionalistas al concluir, supuestamente, la Revolución.
Si Montes Arache acababa de crecerse en el hotel Matum luchando e impartiendo órdenes para vencer al enemigo y proteger a Caamaño, en este encuentro su intrepidez fue grandiosa. Los invasores esperaron a los militares que regresaban de Santiago para reclamarles las armas de las que habían sido despojados mientras duró la refriega alegando que pertenecían al ejército norteamericano.
“Todos estábamos sobaos”, exclama Aníbal asumiendo la pose que mantenían en el sorpresivo encuentro y agrega que Montes dio un paso adelante y preguntó al coronel yanqui si tenía confianza “con Lyndon B. Vaina” y añadió: “¡Dígale que dice el coronel Montes Arache que va a ir a la Casa Blanca y se va a cagar en la maldita Casa, porque estas armas son trofeos de guerra! ¡Dígale que se las vamos a devolver cuando ellos devuelvan las que le quitaron a los vietnamitas!”.
La tensa situación se prolongó más de una hora, las armas dispuestas y los soldados frente a frente. “Nos estaban esperando y cuando Montes Arache los vio ordenó: “¡En posición de combate todo el mundo!”. López comenta que “nos iban a dar una pela, nos salvamos gracias al coraje de Montes Arache”. El impasse concluyó “cuando se presentaron la OEA y el Alto comando Militar”, manifiesta.
Montes y los Rana. Aníbal López nació en Capotillo el uno de febrero de 1946. Tenía 19 años al estallar la Revolución y aparece como un niño al lado de Montes Arache con o sin boina, uniformado o de civil pero siempre con su AR-15, a pie o subido en un jeep que fue de los interventores.
En dos ocasiones durante la entrevista lloró inconsolable, una al recordar el respaldo que le dio Montes cuando durante el trujillato lo acusaron de comunista. La otra al considerar el olvido en que está sumido su jefe militar y las blasfemias que dice han lanzado contra su persona. Se calma y retorna al relato de la valiente y decidida actuación de Montes y su ejército élite, “el mejor, el de Grandes Ligas y el más temido, no solo por los yanquis sino por las tropas dominicanas”, afirma el autor de un libro inédito sobre Montes.
“Cuando ya Montes tiene a los Hombres Rana bajo su mando, comienza el pueblo a tener confianza, nosotros éramos como de la mitología, creían que éramos invencibles, el pueblo sabía que estaba a salvo, porque un Hombre Rana no caía”.
Montes Arache entonces ordena tomar todos los cuarteles de la policía, refiere López, entre ellos los de la Bolívar con Pasteur, parque Enriquillo, escuela Perú, San Carlos… “En cada uno íbamos seguidos por oleadas humanas”.
“En medio de los combates, agrega, Montes Arache fue el hombre que el pueblo vio como su líder militar y lo siguió a ciegas porque él no barajaba ningún juego, contaba con el mejor equipo y el apoyo masivo de los ciudadanos”.
A continuación ofrece pormenores del enfrentamiento en la batalla del puente Duarte, que considera “el de mayor envergadura”. Es una de las narraciones más reveladoras de López describiendo la aguerrida conducta de Montes que no solo incentivó a los jóvenes a seguir luchando cuando se dispersaron por el bombardeo de los aviones sino que disuadió a Caamaño de asilarse, como este proponía. “¡Vamos a pelear hasta morir o triunfar!”, dice López que exclamó Caamaño luego de la exhortación de Montes Arache de no abandonar el campo de batalla. “Hubo una reorganización y el pueblo siguió sin vacilación a los dos coroneles”. Los detalles de este y otros episodios en los que actuó Montes Arache con gran determinación y valor se ofrecerán en otras entregas.