Mapas del tiempo

Mapas del tiempo

El fenecido y siempre recordado cantautor argentino Alberto Cortez dibujó en versos la vida del bohemio enamorado en su poema Vagabundo, el cual inicia de la siguiente manera: “Qué importa saber quién soy/ ni de dónde vengo, ni por donde voy/ lo que yo quiero son tus lindos ojos, morena/ tan llenos de amor/ si el sol brilla en lo infinito/ y el mundo es tan pequeñito…” Los poetas tienen licencia para expresar el lenguaje del alma, por lo que están liberados de las penalidades aplicables a la filosofía y por ende a todas las ciencias. En el mundo del conocimiento y de la tecnología sí interesa saber el origen de todo cuanto existe y su probable ruta hacia el futuro.
El historiador australiano David Christian escribió la obra Mapas del tiempo; la cual engloba el desarrollo de la naturaleza y del Homo sapiens de una manera integral y de fácil asimilación para el gran público lector. William H. McNeill en el prefacio del libro nos dice: <<Mapas del tiempo reúne la historia natural y la historia humana en una narración única, grandiosa y comprensible. Es una gran hazaña, semejante a la que protagonizó Isaac Newton en el siglo XVII cuando unió los cielos y la tierra bajo las leyes uniformes del movimiento; incluso diría que se parece más a la que realizó Darwin en el siglo XIX al agrupar a la especie humana y otras formas de vida en un único proceso evolutivo>>.
Asombra la capacidad de Christian para asociar en su narrativa a cosas tan disímiles como las estrellas y las ciudades sobre las que escribe:<<En el universo primitivo, la gravedad se apoderó de los átomos y con ellos esculpió estrellas y galaxias. En la era descrita en este capítulo veremos que una especie de gravedad social esculpió ciudades y estados con comunidades dispersas de agricultores. Conforme las poblaciones agrícolas se agrupaban en comunidades mayores y más densas, aumentaron las interacciones entre los grupos y creció la presión social hasta que, por un proceso asombrosamente parecido a la formación de las estrellas, aparecieron estructuras nuevas y un nuevo nivel de complejidad. Al igual que las estrellas, las ciudades reorganizaron y energizaron los objetos menores dentro de su campo gravitatorio>>.
Mcneill cierra su comentario de este modo: <<Estamos, pues, ante una obra maestra de historia y de pensamiento, clara, coherente, erudita, elegante, audaz y concisa, que presenta al lector una magnífica síntesis de lo que los investigadores académicos y los científicos han aprendido sobre el mundo que nos rodea en los últimos cien años, y le muestra cómo las sociedades humanas, por extraño que parezca, siguen formando parte, en profundidad de la naturaleza y se sienten cómodas en el universo, a pesar de su extraordinario poder, de su excepcional autoconciencia y de su inagotable capacidad para el aprendizaje colectivo… Al lector que está a punto de adentrarse en este libro le aguarda una experiencia inolvidable. Que lea, se asombre y admire>>.
Más impresionante es el cierre del autor:<<Dado que somos criaturas complejas, sabemos por experiencia propia lo que cuesta subir por la escalera de bajada, ir contra la corriente universal hacia el desorden, de modo que es inevitable que nos maravillen otras entidades que al parecer hacen lo mismo>>.
Recomiendo la lectura de esta joya literaria como un efectivo antídoto contra el tóxico aire circense circulante.

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