Recientemente, se publicó un reportaje acerca de la actividad de unos personajes que abundan en playas y en centros turísticos de República Dominicana, mejor conocidos como “sankipankis”, que son personas mayormente de escasos recursos, jóvenes, de color moreno, que se dedican a la prostitución.
Uno de ellos puede cobrar entre 20 y 50 dólares por un servicio, que consiste en acostarse en un hotel de lujo con una turista; él se vuelve el simpático con ella, la enamora, la trata bien, le da masajes, y al final, termina tratando de que ella sea su esposa, y le haga los papeles para salir del país y viajar al exterior con ella.
Y así establece relaciones con nortemericanas, francesas, italianas, españolas y hasta rusas; y puede tener varias novias, y recibir dinero de distintas mujeres. Y hay un denominador común: no tiene compromiso con ninguna.
Cuando vi ese reportaje, leía el libro de Oseas, en la Biblia, en donde precisamente hay un juicio y una condenación de parte de Dios hacia todo lo que significa la idolatría sexual: la prostitución, la fornicación y el adulterio.
Aunque se trata de un juicio de Dios contra toda idolatría sexual, hay también un amor y una misericordia para todo aquel que se arrepiente.
La República Dominicana no debe ser considerada un destino para el turismo sexual, en donde la gente puede venir a buscar sexo barato, libre, y lleno de perversión.
Así que resulta atinado el acuerdo realizado por por el CEI-RD y el Ministerio de Turismo para contribuir a consolidar y hacer más provechosa la imagen interna y externa de los dominicanos y del país en el exterior.
Además de promocionar los productos dominicanos, constituyendo una marca-país, hay que promocionar las inversiones; pero sobretoodo, hay que mejorar la imagen del país. No promover solo un polo. En Colombia, Punta Cana parece más conocido que la República Dominicana. Hay que atraer turismo no porque quieran sexo barato, sino por la atracción de los aspectos positivos, de inversión, los históricos, culturales (música y comida) y por los valores humanos del dominicano.
Cuando estaba en Corea del Sur, como diplomático, recuerdo que asistí a un evento organizado por el Corea Image Communication Institute, dedicado exclusivamente a investigar cómo mejorar la imagen coreana en el mundo, seleccionando artistas renombrados, personas destacadas en el deporte, y en otras áreas del saber, y los designaban como embajadores para promover lo mejor de Corea.
La República Dominicana puede hacer lo mismo: formar un instituto dedicado solo a desarrollar una marca-país en donde se relacione la nación con los mejores valores de los dominicanos, y no con lo peor.