Marcelo Ferder
“Más allá de lo urbano”, del reciclaje al arte

<STRONG>Marcelo Ferder</STRONG> <BR>“Más allá de lo urbano”, del reciclaje al arte

Una de las encrucijadas mayores y crecientes en la actualidad planetaria es enfrentar la producción de desechos que ensucian y contaminan el ambiente, de residuos que se resisten a desaparecer y particularmente saturan las ciudades. A esa plaga, aparentemente incontrolable y responsabilidad nuestra, corresponde una preocupación, más allá de la eliminación y los vertederos, por tratar lo gastado y lo  “botado”, dándole una destinación útil y agradable aun.

Retomar materiales descartados y dañinos por su misma naturaleza constituye, pues, un reto, y a niveles individuales y colectivos, espontáneos y programados, se trata de pasar de la destrucción pura y simple, al aprovechamiento diversificado. El asunto, medio y objetivo, consiste en reutilizar las cosas desechadas de modo conforme a sus fines iniciales, o reemplearlas para fines diferentes, o transformarlas para una segunda existencia… 

Los procesos difieren, pero los fines son los mismos: valorizar lo inservible, mejorar las condiciones de vida y crear conciencia. El arte, tradicionalmente, significa la antítesis de esa integración, por su forma, sus elementos, su destino ornamental, pero felizmente los conceptos en la creación contemporánea han cambiado, y testimonio de esa evolución es que entonces puede culminar en una contribución a resolver un mal de la sociedad, es el arte de reciclaje.

La exposición.  Una  muestra de esa manifestación artística y cultural se presenta en  Bellas Artes, con “Más allá de lo urbano”, cuyo autor y hacedor,  el arquitecto Marcelo Ferder, no solo ofrece un excelente trabajo, sino que provoca la reflexión y la reconsideración. Si mencionamos la formación del expositor, es que los arquitectos son una rama profesional que interviene bastante en esa materia, ¡hasta para realizar nuevas construcciones! 

Y Marcelo Ferder se ha confirmado en nuestro país como maestro en el arte de reciclaje.  No nos cansaremos de reafirmar su enseñanza, orientación y dirección en la realización de murales escolares, en Santiago y  particularmente en Santo Domingo y el Colegio de la Salle: “Cuando tanta gente de todas las edades arroja los envases, ensucia el entorno y contamina  indiferente o complacida, una juventud motivada recoge los desperdicios,  los selecciona,  los clasifica.  Las latas, las tapitas, las chancletas, los vasos, los juguetes destrozados, en fin, la increíble fauna de los metales oxidados, los plásticos imperecederos,  los escombros naturales e industriales,  se ordenan y se reconvierten. Pasan a herramientas y componentes de una estética nueva”. 

 Marcelo no nos propone solamente una reconversión de los desechos, asombrosa en procedimiento y elaboración –¡generalmente simple!–, él produce una obra satírica e indudablemente crítica, a la vez que expresa su sensibilidad a la cultura popular. Se involucra, emocional e ideológicamente, en sus imágenes, en sus construcciones y su producción artística en general, incluyendo a notables pinturas de técnica mixta –también expuestas en Bellas Artes–.  Sobrepasa por mucho el mero juego para lanzar mensajes fuertes y, en la mayoría de sus instalaciones, alcanzar resultados plásticos admirables.

Si,  la producción de Marcelo Ferder –dibujante, pintor, escultor, grabador– ha evolucionado en sus temas, sus formas y técnicas, los postulados, el compromiso personal, las indagaciones plurales se han mantenido, al igual que su “pasión sigilosa”. Ahora bien, su trabajo actual descansa en materiales, procesos, objetos muy particulares, que, acorde las diferentes formulaciones, pueden calificarse, aunque se use el término global de reciclaje, como reutilización, reempleo y auténtico reciclaje de objeto –en el sentido de deformación o destrucción para convertirlo en un “artefacto”, representación y metáfora. 

 Un ejemplo son los carritos elaborados con botellas plásticas –¡ese plástico de longevidad multisecular es instrumento principal de la contaminación visual!–, que simbolizan el caos del tránsito urbano. Por cierto, los vehículos en miniatura, también cortados en otro material de recuperación (pueden ser cartones viejos…) refieren al entaponamiento y a los elevados, ¡inteligentemente duplicados gracias a los espejos! Las  elípticas estructuras descansan tranquilamente en bloques de cemento “reempleados”. 

 Está también la riqueza aparentemente ilimitada de propuestas, que poseen un aura impredecible… cuando se conoce o se reconoce el punto de partida de la obra, un componente de basura, ordinaria o extraordinaria. Al respecto, una enorme instalación circular, que ocupa el centro del Salón de la Cúpula: el “Proyecto de escultura”, con  hojas de cinc, escombros de cemento, hasta una camisa vieja, y en el medio emerge un flaco andamio de madera. ¿Metáfora y alusión a obras públicas eternamente en proceso?.

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