No se puede asegurar, fuera de toda duda, que el presidente Luis Abinader logrará llenar importantes cometidos, algunos apremiantes, con su fórmula de controlar gastos y hacerlos eficientes sin crear más impuestos y de paso elevar las inversiones públicas a la altura que sus constantes promesas de obras dan a entender.
El primer mandatario sacó de entre manga anoche la decisión de engavetar absolutamente toda intención de aumentar impuestos para abrazar como única prioridad la de consolidar la recuperación económica apostando al crecimiento y a la inversión, entusiasmado con los pasos de recuperación que ha experimentado la economía y unas efectivas medidas contra el todavía impredecible covid.
Enumeró ahorros considerables de gastos bajo su gestión, aunque dejó fuera de contexto el déficit presupuestal del Estado para el 2022 cifrado en 150 mil millones de pesos a sufragar con un mayor endeudamiento, el que ya supera el 50% del PBI, monto que sobrepasa asignaciones para otras áreas insoslayables, incluyendo la Educación.
El reto es enorme, como reconoció el gobernante que toma un camino diferente (al de disponer ajustes fiscales) sugerido por organismos multilaterales, acreedores y calificadoras.
Para que los números cuadren parecería imprescindible una ambiciosa cruzada para reducir la evasión fiscal que supera los 254 mil millones de pesos y echar fuera exenciones que perdieron, o nunca tuvieron, razón de ser.
Con todo, ahora se invierte menos que antes aunque se promete más
No sería suficiente para salir a camino gastar mejor si se recauda poco
Incluir en la lucha contra la corrupción acabar con la evasión