Nunca antes la quijotesca expresión “Ladran Sancho, señal que cabalgamos” tuvo tanto sentido como ahora.
Y es que uno de los avances que en términos socio-políticos puede exhibir con orgullo República Dominicana es el surgimiento y mantenimiento de un movimiento social de nueva era.
La preservación del Parque Nacional Los Haitises y de Loma Miranda, el 4% para Educación, la no explotación minera de la Barrick Gold, y contra el hoyo fiscal han sido algunas de sus causas. La lucha contra la corrupción e impunidad es una de sus viejas banderas, levantadas contra distintos gobiernos, lo que evidencia que no hay preferencia partidaria ni enemigo favorito.
Esta lucha se ridiculizaba argumentando que al pueblo dominicano no le preocupaba el problema de la corrupción.
Sin embargo, hace años que esto varió. Constancia estadística han dado las recientes encuestas Gallup-HOY, que revelan el tema ocupa un lugar entre los cinco principales problemas.
En aras de la coherencia y la lógica, el desvelizamiento de uno de los mayores casos de corrupción de Latinoamérica y el país, activó la consigna: el fin de la impunidad.
Cualquier gobierno asumiría una actitud receptiva hacia un levantamiento ciudadano que procure transparencia en el manejo de los recursos públicos. Vería un aliado, no un enemigo.
En el caso del gobierno dominicano es difícil saber a quién creerle: al del Presidente que el pasado 27 de Febrero dijo textualmente: “me siento ser parte de esas voces” o con el que reprime, persigue por vestir de verde y activa sus bocinas, grave deformación del periodismo, para intentar descalificar voceros del movimiento verde por trabajar en el Gobierno.
¿Es este el pecado original? En realidad esa visión demuestra que ven al Gobierno como un botín para el partido de turno.
Mas el problema no es trabajar en el gobierno. De hecho, un problema del Estado dominicano es que profesionales capacitados y actualizados muchas veces prefieren el sector privado.
¿O no se puede trabajar en el gobierno y exigir transparencia? Yo creo que no solo se puede, sino que se debe.
El problema es hacerlo faltando a la ética, malversando recursos públicos, o siendo botellas y de ninguna de las tres cosas pueden acusar a los voceros de la marcha verde.
Es absurdo seguir reclamando lo que el propio Juan Bosch denunciaba en su cuento la mancha indeleble.
Esto solo constituye un esfuerzo desesperado de quienes se sienten amenazados por esta marea verde que exige justicia y que no se detendrá hasta lograr el fin de la impunidad.
Hasta tanto no habrá distracción que valga, y por más que intenten difamar y difamar para que algo quede, en esta ocasión no va resultar.