El recién pasado miércoles de esta semana que se evapora con esa inexplicable prisa que nos sorprende… y hasta nos asusta un poco… pronuncié unas breves palabras de bienvenida al selecto público que acudió a la Fundación Corripio con motivo de la puesta en circulación de dos libros de Marcio Veloz Maggiolo.
Veloz Maggiolo es algo prodigioso.
Su sorprendente e inusual memoria, que lo lleva de vuelta hasta cuando apenas contaba tres años de edad -lo cual, según confiesa, resultaba incomprensible para su madre- nos permite viajar a territorios del tiempo ido que él mantiene en el puño apretado de su calor humano.
Verlaine se preguntaba en uno de sus Poemas Saturnianos: “Recuerdo, recuerdo, ¿qué quieres conmigo?” (Souvenir, souvenir, que me veux-tu?).
Creo que a Marcio el recuerdo le contestaría: ¡Poseerte! ¡Vivir en ti!
De hecho lo ha logrado.
Para mí, que tuve una infancia y adolescencia muy restringida y rodeada de personas y circunstancias poco comunes, las obras de Marcio –ya lo he dicho alguna vez– me abrieron las puertas hacia el conocimiento de realidades nacionales que me estuvieron vedadas. Y lo hicieron impregnadas de un cariño vibrante e inmortal.
Las ciudades cambian, es la ley. Marcio ha escrito: “Santo Domingo es nueva y vieja, es ciudad y callejón, es recuerdo y gelatina florida; sonámbula que espera algún sereno lanzando su grito en la noche de cualquier siglo pasado, victoriosa y elegante, martilleantemente merenguera y ampliamente religiosa, ella, Santo Domingo, es ciega y se construye bajo la ciega mirada del mandatario”.
Y veo que si no fuese por la memoria amorosa, estaríamos perdidos en un “Nueva York chiquito”, erizado de altas torres de lujo y enredijos de callejones mugrientos, nadando un mar de sargazos donde conviven las hojas podridas junto a los recién nacidos retoños aromatizados por las habilidades de sofisticados perfumistas franceses.
Marcio es un insuperable testigo de nuestras realidades pasadas y recientes.
Ya quisiéramos que en el suficiente tiempo que pedimos al Creador que le conceda entre nosotros, pueda él escribir sobre nuevas realidades, luminosas, esperanzadoras… sobre una Patria de más justo manejo y mejor conducta cívica… de arriba y de abajo.
Tal vez… posiblemente… tales obras no tendrán la fuerza magnética de esas que se fundamentan en el drama y el misterio, en el fracaso, la obscuridad y las incógnitas, porque lo positivo es y ha sido siempre menos poderoso que lo negativo. Y el misterio está ahí, inconmovible, eterno.
Creo que es una cuestión gravitacional.
Descender es siempre más fácil que ascender.
Y ya que ha estado ascendiendo a lo largo de su vida, y que cumplió años al día siguiente de la puesta en circulación, le decimos:
¡Larga y saludable vida, Marcio!