Hace más de una década que un personaje singular, buscando una inexplicable notoriedad pública, por televisión, declaró que había asesinado por encargo alrededor de 30 personas y que fue agente de la inteligencia norteamericana (CIA). Parecía una mezcla de verdades con mentiras utilizadas con habilidad para convencer a incautos.
Marcos Martínez, abogado periodista de Santiago, denunciante de una supuesta fortuna en el exterior de la esposa del presidente de la República, me recordó a ese personaje, no solamente por la osadía de su anuncio, sino también porque no parece valorar la envergadura del lío en que se metió o lo metieron.
Sobre lo anterior, llegué a la conclusión de que Martínez tiene algo así como un resguardo al estilo del Dr. Ernesto Fadul o el senador Wilton Guerrero, que denunciaron en su momento asuntos verdaderamente comprometedores con una frialdad de ánimo propia de los que menosprecian el riesgo de morir y no precisamente de un infarto. Parecería que está convencido de que su versión no podrá ser confirmada ni denegada porque la confidencialidad del banco danés vale cientos de miles de millones de euros que no los van a poner en peligro diciendo que lo que él afirma, y niega la primera dama dominicana, es verdad o es mentira. Bajo la suposición de que lo afirmado por Martínez sea cierto, la noticia más fabulosa y extraordinaria para el mundo sería saber cómo burló los mecanismos de seguridad y confidencialidad del banco para realizar su mega-descubrimiento.
Recordatorio: Al confeso asesino que mencioné al principio, lo mataron mansamente en una parada del Cibao cuando nadie mencionaba ya el escándalo que provocó. Aparentemente habló sin resguardo.