Margarita insomne y perfumada

Margarita insomne y perfumada

¡Elevar el espíritu! Abrir y traspasar las puertas que conducen a la belleza trascendente e infinita mediante el ingreso a los territorios ignotos del Creador, limpiando el alma gracias a la gran música, la que Francisco de Asís decía que “está a la otra orilla del silencio”… esa es la tarea que ha copado los esfuerzos de Margarita Auffant y un grupo de entusiastas colaboradores.
El pasado jueves, 5 de mayo, la Fundación por la Música presentó una excelente muestra de los avances obtenidos por los alumnos de su Programa de violín Gabriel del Orbe, dedicado a la memoria del único concertista dominicano de violín que alcanzó un primer nivel junto a los más renombrados solistas del mundo. Para tal propósito cuentan con la asistencia regular de dos excelentes profesores que visitan el país al menos dos veces al año para impartir clases magistrales y acompañarlos en su concierto: Paul Kantor –titular– y su hijo Timothy Kantor –adjunto–. Ellos, entusiasmados con este programa no escatiman esfuerzos para ayudar a desarrollar el talento juvenil, ayudados por distinguidos maestros locales radicados en el Conservatorio Nacional de Música.
El recital correspondiente a 2015-2016 mostró un avance extraordinario en los jóvenes artistas, embarcados en obras del más variado género y exigencias técnicas, obras que conozco muy bien porque, en su totalidad, han formado parte de mi repertorio.
La Sonata No. 5 de Beethoven (“Primavera”) cuyo Rondó interpretó el joven Carlos Cid, me trajo gratos recuerdos, ya que en una ocasión un crítico de arte local consideró que lo que yo había tocado no era Beethoven porque no tenía la violencia y tempestad interior, que –según él– aparecen siempre en el genio de Bonn. Cid la tocó con un juvenil espíritu primaveral.
En interés de referirme a algunos puntos, limitado por razones de espacio, apuntaré que el Concierto No. 1 en sol menor de Max Bruch, es una obra de gran intensidad pasional que requiere haber vivido, amado y sufrido para transmitir las emociones adultas que requiere. Y lo mismo ocurre con el concierto No. 1 de Bach. Estas obras requieren una adultez reverente y noble para alcanzar sus esencias.
Lo extraordinario –que esperábamos por lo que le escuchamos el año anterior– fue el Tercer movimiento del Concierto en Re de Brahms que tocó espléndidamente Ramsés Cid. Sé lo que cuesta esta obra, con sus exigencias de virtuosismos técnicos, ataques violentos, elegancias y ternuras súbitas. Ramsés, con excelente asesoramiento, demostró poseer todo el equipo requerido –comprensión de la música, personalidad, y alta técnica que solo puede obtenerse a fuerza de arduo y cuidadoso trabajo. Tenemos grandes esperanzas en este joven que, de continuar creciendo en la misma dirección, bien puede llegar a ser nuestro próximo Gabriel del Orbe.
Pero hay muchos valores en los demás jóvenes que se presentaron el jueves: las violinistas Leidy Rodríguez, Issamar Ortiz, Verónica Vargas. Rebeca Massalles y Natasha Abreu; la violista Johanna Molina, la cellista Natalie Mora, los violinistas Carlos Cid, y José Miguel Taveras.
Las profesoras María Irene Blanco, Jacqueline Huget y María Morel se ocuparon gentilmente del acompañamiento pianístico y no cabe duda del gran valor de su trabajo preparatorio.
Es regocijante el creciente apoyo que recibe esta Margarita, tenaz, infatigable, perfumada de entusiasmo constructivo, cuya labor ya ha fructificado en becas para importantes escuelas de música en el exterior tanto en el programa de piano bautizado con el nombre de Manuel Rueda como en el de violín, Gabriel del Orbe.
¡Felicitaciones!

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