Entre 100 y 200 pesos vale el cuerpo de una menor prostituida en los barrios maginados del Gran Santo Domingo. Al caer la tarde, empieza en las estrechas calles y en los callejones la compraventa de drogas y de sexo. La paga servirá para que la chica que estrena la adolescencia supla necesidades como vestir, comer o costear sus estudios, si aun asiste a clases.
Una investigación del Ministerio de Educación arrojó que el 9.8% de las alumnas de secundaria ha tenido sexo sin desearlo, y el 11.5% de los varones se sintió forzado. El porcentaje de deserción entre los que se inician temprano es mayor, cerca del 23%.
En medio de esa brutal realidad, la Pastoral Juvenil intenta alejar a los muchachos de los riesgos de las relaciones sexuales tempranas y de la promiscuidad. Su coordinador, el sacerdote Luis Rosario, afirma que no está ajeno a las tentaciones, que en medio de la miseria se hacen más irresistibles y vuelven el trabajo más arduo. No obstante, asegura que cree en la perseverancia.