Marguerite Yourcenar, Adriano: erudición,  sabiduría y humanismo

Marguerite Yourcenar, Adriano: erudición,  sabiduría y humanismo<BR>

Hay libros que cruzan  nuestras vidas como la mayor de las experiencias  humanas. Esto es lo ocurrido con  “LES MEMOIRES  D´ADRIEN”, Las Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. Una  experiencia nunca  acabada, siempre engrandecida,  por los tiempos  y las circunstancias.

Este libro tuvo  varios proyectos, prueba que  para la misma  escritora las circunstancias de  los tiempos y de su vida  personal le  plantearon  muchas interrogantes para  construir esta  catedral literaria del siglo XX. Al  hablar de catedral, no pecamos de  exceso de palabra, pues la obra respondió a diversos esbozos de construcción y de tratamiento.

La escritora se planteó, y se  impuso ante  todo, un proceso de estudios  y de experiencias intelectuales y científicas  sobre el mundo político, filosófico y artístico de los tiempos del emperador Adriano.

Esta obra, pensada y concebida como un proyecto de pensamiento y de escritura, exigió  de la autora un rigor de reflexión y conocimiento de más de 24 años.

El estudio comienza cuando la autora apenas tiene 20  años, a esa edad la autora  tenía claro el papel concreto de su imaginación, pues el imaginario funcionó  para  ella como un simple objeto, un ingrediente para su  obra.

El primer texto relativo a la época del emperador  es un poema  dedicado a  Antonius, precisamente un soneto, publicado en 1922, tratándose aquí de una meditación  sobre la villa Tibur, es  gracias a esta estatua del efebo  que nace el poema como trama de contemplación. Este aspecto responde a una actitud estética muy “yourceniana”, toda contemplación, toda palabra  parte de lo bello, de lo admirable, en la que  la estatua  tuvo para  ella pulsión y función  motriz de su novela.

Entendemos que  Antonious fue el personaje  que atrajo  primero su escritura, entre 1929 y 1930, y efectivamente, la figura del favorito  tiene un espacio  especial en sus primeros ensayos.

Los acontecimientos de la Segunda  Guerra  Mundial orientan  su interés por el personaje del Emperador Adriano. Es así como  la primera  atracción hacia una obra estética  se dirige hacia una dimensión que exigen las circunstancias políticas del momento. Marguerite  Yourcenar  mira hacia el Emperador, haciendo de  Adriano un ciudadano de la actualidad. El personaje de  Adriano crece por la responsabilidad  que siente  Yourcenar frente a los acontecimientos de 1939 a 1945. Frente a una invasión ideológica en  Occidente del pensamiento oscurantista nazi, referirse al momento más ilustrado, más avanzado de encuentro greco-romano permite traer a la reflexión colectiva de la reconstrucción de  Europa elementos históricos y políticos del imperio de  Adriano que en los años  1950 autorizan  resucitar al Emperador como símbolo universal de una resurrección del valor de civilización greco-romana y judeo-cristiana.

Esta resurrección es, ante todo, señalar la urgencia de la construcción de la paz frente a los  bárbaros y entender  que la barbarie no es una característica antropológica tribal, pero sí una amenaza  permanente  de la desrazón sobre  la inteligencia  y las  luces.

Después de haber estudiado la Historia Romana de  Dion Cassius y la  Historia Augusta, la escritora confiesa en sus Cuardernos anotado…Si este hombre Adriano, no hubiese mantenido la paz y renovado la economía de Imperio, su felicidad y sus desgracias  no me  hubiesen interesado….

No puede quedar más claro, que la  fuerza de esta novela está en la evidencia de los acontecimientos humanos, en sus relaciones comparativas entre el pasado y el presente, siendo la misma  fuente, el  mismo manantial de verdades y filosofía humana, que van más allá del tiempo, elementos claves de la eternidad.

Esta es una concepción  puramente “yourceniana”, pues nuestro texto nos llama en permanencia a  asistir  el pasado con el presente en reflexiones todavía  necesarias como la colonización y la descolonización, todo esto es llevado con un recurso  en el  método totalmente servido por la demostración de los acontecimientos  históricos portadores de verdades eternas. Como por ejemplo, la necesidad de leyes, la institucionalidad de la jurisprudencia, la regulación de las relaciones amo-esclavo, amo-servidor, quiere ante todo servir, insiste en decir  que el Emperador  es  el primer  servidor del Estado. Adriano  quiere construir un poder al servicio de la estabilidad  y del orden. Lo que apasionó a Marguerite  Yourcenar en la figura  de  Adriano es que la construcción es par de belleza, y que lo útil y lo bello deben de darse la mano, y esto lo tenemos en la  boca de Adriano en estas  magníficas palabras…Me sentía  responsable de la belleza del mundo…

Es obvio y nos podríamos detener sobre las similitudes de conceptos entre  Adriano y la  Yourcenar sobre la paz. El lenguaje antiguo y el lenguaje contemporáneo fusionan de lleno y entendemos que existe una hermandad de pensamiento político y social entre Adriano y Yourcenar sobre los acontecimientos políticos.

Vale  aclarar que Yourcenar y Adriano se confunden en el discurso, pero que ellos son una  misma voz clamando el equilibrio del mundo.

Es fundamental que esta fusión culmine en los aprendizajes de los viajes, los encuentros con la  diversidad  humana, las  experiencias  de convivencias, y sobre todo, el conocimiento del mundo. En esta obra se pone en evidencia un encuentro de la diversidad de los mundos como materia de  sabiduría, los viajes  son un elemento fundamental de conocimiento  y sabiduría.

Ahora bien,   la comunión más  emotiva  entre Yourcenar y Adriano, Adriano-Yourcenar se refuerza  en el campo de las emociones  humanas y de la  sensoriedad amorosa. Es  una obra de exaltación de la  vida cuya fuerza mayor reside en la  preparación sabia  y sosegada de la muerte. El soporte  son unas  cartas en seis espacios  donde nunca está ausente la pasión, pasión del poder, de la estrategia, de  la caza del conocimiento, de la experiencia de la metafísica  y de las divinidades.

Estamos ante una obra donde un ser humano en crudo hace el balance de sus logros, de sus éxitos, de sus  fracasos , de sus amores, de su grandeza y de su debilidades; es una obra de una alta  sinceridad  intelectual, que nos indica la enseñanza de la humildad  y del reconocimiento de los asuntos  humanos. En este aspecto Yourcenar es heredera de los pensamientos de Montaigne, nutriéndose de los aportes de la razón pura de  Descartes, con una visión civilizadora del siglo de las  luces que llaman al análisis  permanente de los hechos  humanos.

La belleza es también  fuerza del amor, y esa pasión por  Antinoé que obligatoriamente  tenemos  que enmarcar en los tiempos antiguos  y presentes conducen a meditaciones y contemplaciones donde sabemos que Marguerite Yourcenar y Adriano son el mismo cuerpo, el mismo espíritu,  en un concepto de pasión que pone en evidencia  la inmensidad de elementos que van más allá  que el placer y la sexualidad. Estamos frente al reconocimiento del amor como revelación y espejo de uno mismo.

Nos quedamos invitados a seguir  pensando con…Los ojos abiertos…, la grandeza y la debilidad  de la condición humana, con Adriano y Yourcenar, pues todos los planteamientos siguen estando y estaban ya en la Antigüedad. El arte de la Yourcenar nos permite abrir los ojos.

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