María a su paso por el norte

María a su paso por el norte

Con la mira puesta en la Cordillera Septentrional, -que bordea la costa atlántica con una llanura costera interpuesta,- María, el temido ciclón, nos dio una advertencia gracias al ligero giro hacia el norte que nos evitó los terribles efectos que dejó en Puerto Rico. Sin embargo, a 150 km de distancia del vórtice a las costas, los vientos giratorios de María pusieron a pruebas muchas de nuestras osadías e inconsistencias, poniendo en evidencia que la falta de ordenamiento territorial tiene un costo descomunal para nuestra sociedad: viviendas precarias y mal ubicadas destruidas, carreteras trans-cordillera con laderas mal estabilizadas destrozadas, piedemontes desfigurados por las extracciones y excavaciones de materiales de construcción urbanizados, inundados permanentemente, ríos con pendientesllenos de escombros y laderas deforestadas, sin canalización u obras de retención desbordadas e inundando todas las ciudades costeras como Puerto Plata y sus nuevas instalaciones. Así ocurre en Luperón, Sosúa, Cabarete y Río San Juan, ciudades que gritan por una planificación integral más prudente, más respetuosa de sus paisajes y de su biodiversidad: en todas esas costas se malograron los arrecifes y corales, se modificó los perfiles de costas, se dragaron sus playas, se destruyeron sus dunas como si la experiencia de Baní (1984) no hubiera sido asimilada, se destruyeron los manglares y humedales como si no tuvieran función en la naturaleza: todos esos elementos del paisaje protectores de laderas, de la erosión y de los efectos de los vientos, del oleaje y de las lluvias fueron violentados en nombre del desarrollo. Por eso, hoy se ponen a prueba todas las infraestructuras y servicios del Cibao: 14 puentes, cinco carreteras, 58 acueductos, centenares de circuitos eléctricos, destruidos y ¡María pasó lejos de las costas!. En el Norte de nuestra isla urgen las intervenciones de los hidrólogos para contener las inundaciones en las dos zonas deltaicas de la región, drenar los aluviones del Yaque del Norte y del Yuna en su desembocadura, abrir su paso hacia sus respectivas bahías, canalizar las aguas en exceso, construir represas para almacenar el agua en exceso y sobre todo reubicar los asentamientos ubicados en zonas bajas e inundables, escoger zonas elevadas y construir edificaciones en pilotes, (ver experiencia de Nueva Orleans post Katrina) ya que nuestro problema, en estos meses, es administrar y gestionar el agua en abundancia para los tiempos de sequía. Es preocupante la repetición de errores en torno al manejo de las zonas costeras, Río San Juan, Nagua amerita no obras de ingeniería marítima o revisión de sus planes de expansión hacia áreas más seguras, pero es obvio que nuestra visión del territorio, en estos tiempos de tantas incertidumbres climáticas, es de una increíble ingenuidad. No es ridículo pensar que parte de nuestra población debería ser considerada como, refugiada climática, debido a la frecuencia, repetición y sistemacidad con la cual, el Cibao, es afectado desde el 2016 y esa situación amerita respuestas contundentes.

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