MARIA BONITA
Arte, pasión, historia y  belleza

<STRONG>MARIA BONITA<BR></STRONG>Arte, pasión, historia y  belleza

En el Salón de la Rotonda del Palacio de Bellas Artes, una exposición fascinante, primicia internacional en Santo Domingo, despliega vestuario y testimonios de María Félix, actriz mítica del cine mexicano y diva incomparable en su categoría. El evento, organizado por Tita Hasbún, sus colaboradores y su programa de televisión en conmemoración aniversaria, presenta la colección única e impresionante de Nicolás Felizola.

El afamado diseñador venezolano no ha dejado de adquirir, buscar, reunir trajes y sombreros, joyas y accesorios de la persona a quien reverenciaban como la Doña,  aparte de otros apodos –¡incluyendo grados militares y revolucionarios!– señalando así a una personalidad y aura excepcional. Coleccionar arte se ha calificado como una “pasión privada”, irresistible y permanente, y son sus resultados los que tenemos la oportunidad de mirar y admirar. A partir de una subasta y las maravillosas piezas propuestas, el coleccionista, como él bien  lo expresa, convirtió un “reto” en una “realidad”… en el fruto de la pasión. 

La exposición.  El montaje se destaca por su sencillez, la escenografía, siendo los mismos trajes, creaciones artísticas presentadas en maniquíes, a manera de dos “desfiles” que se confrontan:  los fabulosos vestidos de alta costura y los emblemáticos atuendos de las películas. No faltan, en unos y otros, los trajes típicos mexicanos, pues María Félix amaba a su país con pasión, ¡una palabra clave en su vida como en la exposición! Además de las piezas de vestir, un excelente texto de Nicolás Felizola, publicaciones acerca de la actriz, segmentos de películas, y un gran retrato de María por la pintora Olga Sinclair, completan la muestra.

Es todo un espectáculo, que  enseña la perennidad de las obras maestras. Suelen afirmar que “la moda pasa de moda”, aunque lo negaba Coco Chanel, creadora que, por cierto, tenía puntos en común con María Félix: ambas feministas y geniales, con palabras legendarias. En el caso de piezas únicas,  pensadas, concebidas, confeccionadas para una sola persona, sucede igual que  en las obras maestras de la pintura y la escultura:  ejercen el mismo poder hipnótico que cuando se hicieron. Y hoy, estos trajes conservan una total actualidad.

Escuchamos repetidamente a las visitantes que escogían el vestido de sus sueños, un Pierre Cardin casi sastre y de corte impecable,  un Christian Dior centelleante y opalino (María Félix adoraba a Dior), o un Louis Féraud amerindio, entre muchos otros.

Roland Barthes, el famoso filósofo francés, en su brillante ensayo sobre la moda, discernía entre los vestidos para “situaciones festivas” y “situaciones activas”. Aquí vemos pues, a ambos: los de gala, recepciones y ceremonias, y los de trabajo –sobre todo los que la actriz llevaba puestos en sus películas–. Las dos categorías demuestran, en la exposición, hasta qué punto “la moda es un arte para llevar en el cuerpo”. También Barthes hablaba de la moda “como una promesa de ser bella”: creemos que, obviamente, la hermosura y el vestuario se identifican en  María.

La moda y el arte. Definitivamente, la moda tiene sus cartas de nobleza, como arte, exhibida e institucionalizada en los mayores museos del mundo –cuando no cuenta con museo propio–. No cabe duda de que esta clase de creación   encarna a la sociedad –perteneciendo a la historia–, posee un alto valor estético –con una exigencia de conservación particular–, y forma parte del patrimonio regional, nacional y universal. Y, como en las artes plásticas, hay los modelos únicos –así los trajes de María Félix–, y las creaciones originales, luego repetidas a muchísimos ejemplares, apoyadas por una industria ¡e infinitamente más que en el grabado!

La exposición del vestuario de María Bonita en Bellas Artes tiene una complejidad que no se le atribuiría a primera vista. Nos pone a reflexionar sobre la producción y la colección, la diversidad creativa y el arte de vivir, y, sobre todo es un homenaje a María Félix, le tributa un agradecimiento eterno por los ideales auténticos que profesaba la inefable Doña –si no dueña– del cine y de la moda. 

La frase

Nicolás Felizola

María sabía de moda. Sabía con precisión lo que le iba bien y lo que no, y sabía también que el arte de vestir requería, como toda obra maestra, de pasos ineludibles para alcanzar la perfección, por lo que dedicaba tiempo y atención a numerosas pruebas, entalles, ajustes y maniobras para  lograr el efecto deseado.”

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