A sus 82 años edad, la máquina de coser ha sido su gran aliada y compañera, con la que logró obtener los recursos económicos para levantar su familia. María Casimira García, oriunda de San José Afuera, una comunidad rural de Santiago, es un ejemplo de trabajo, y demuestra que a su edad todavía es una persona productiva.
Respetada y querida por todos en el sector Villa Marina, en el kilómetro 12 de la carretera Sánchez, lee los periódicos y ensarta las agujas, aunque no con la rapidez que lo hacía antes.
Al celebrarse en este mes el Día de las Madres, sus hijos, nietos y biznietos recientemente le reconocieron sus virtudes y su gran esfuerzo.
Sus hijos le agradecieron su gran sacrificio, por inculcarles el respeto a los demás y apoyarlos en sus estudios. El tributo a doña Casimira, como le llaman, se lo dedicaron a una mujer entregada a su familia.
Yo era la modista del barrio. Aquí venían mis sobrinos, los vecinos y gente de otros sectores aledaños para que les hiciera vestidos, pantalones y todo tipo de trabajo a máquina, recordó.
Aunque la salud no me permite trabajar como antes, todavía tengo la fuerza de voluntad para continuar con mi inseparable amiga: esa máquina que en cierto modo me lo ha dado todo, confesó Casimira con una sonrisa que le delata su buen humor.
Mantiene una memoria lúcida, cuenta de forma entretenida cómo llegó a la Capital a mediados de los años 60.
Desde muy joven se separó de su esposo y no volvió a casarse, y sin contar con ayuda pudo criar a Luz María, Soledad, Isidro y Elvia, los que le han dado 38 nietos y 19 biznietos.
Mamita, como también le llaman sus nietos y sobrinos, dice sentirse feliz y le da gracias a Dios porque durante estos años ha podido ver una gran familia, cada vez más unida.