“María… ¡¡¡ Drinki, drinki !!!”

“María… ¡¡¡ Drinki, drinki !!!”

“Nuestra gente se las tiene con todas con tal de conservar su trabajo… ¡se las busca como un toro!… Donde más se lucha por la subsistencia, es en las labores de amenidades en los hoteles del ‘todo incluido’… Principalmente en el Este, donde están enclavadas la mayoría de habitaciones para acoger a nuestros visitantes…”.

“¡Píndaro!… –le grita Alberto a su amigo-… ¿Tú te crees que porque estuviste ‘amarrando la chiva’ por diez días, eso te da derecho a filosofar con la piedra angular de nuestro turismo, que es el empleado que las suda como ‘la gota gorda’ y trabaja ‘de campana a campana’, porque siente además orgullo por su patria?”.

“Ahora vienes de envidioso, Alberto –le responde Píndaro-… Mientras tú ‘bajabas el lomo’, yo me mantenía ‘echando una pavita’ y tratando de respirar tranquilidad y aire puro ‘en los países’… ¡Mira! –exclama-, en una de las noches de la semana pasada, conocí a una pareja encantadora… Dos ‘curan… y, ¡sanos¡’, entregados ‘de campana a campana’ a su profesión… Emilia y Adrian volaron desde muy lejos –Rumanía-… Y, en su actual lugar de residencia, han cultivado grandes amistades, en especial una pareja de dominicanos ‘de pura cepa’…”.

“¿Y, cómo se entienden un dominicano y un rumano?” –pregunta Alberto-…

“¡De maravillas! –exclama Píndaro-… tan es así que, a principios de este año, la planificación de sus vacaciones fue ‘altamente influenciada’ por la idea del mangú y el huevo frito, el ron de nuestra tierra y el todo incluido de nuestras instalaciones hoteleras… Tan claro fue pintado el panorama, que los amigos Emilia y Adrian ‘hicieron sus motetes’ y ‘en un santiamén’ armaron su viaje de vacaciones a Punta Cana, saliéndole huyendo al frío pelú que, para esa fecha, les llega ‘hasta el tuétano’…”.

“¡No te lo puedo creer! –exclama Alberto-… ¡Dejar atrás la gasa, el esparadrapos y el bisturí, para colgar la bata y enfundarse ‘un trajebaños’ disfrutando de unas maravillosas vacaciones ¡‘al tetero del sol’ dominicano!… ¡Que chulería¡… Y, no de París…”.

“Así como suena –completa Píndaro-… Armaron ‘su alforja’ y pusieron pies en el avión que los transportó ¡a pocos metros de la playa!… Tan pronto bajaron la escalerilla y pisaron tierra firme, una voz llena de alegría les vociferaba: ‘Soy María… ¡¡¡Drinki… drinki!!!… Y, de inmediato, empezó una fiesta que tuvo una duración de una semana…”.

“¿Y, cómo se hicieron ellos con ‘ese calorazo’ que les dio de frente luego de salirle huyendo a una nevada?” –cuestiona Alberto-…

A lo que Píndaro responde: ”La alegría contagiosa de María… y, su drinki, drinki, les hizo olvidar de inmediato que habían hecho un cambio de vida que se estaba convirtiendo en un sueño momentáneo… ¡Un sueño perfecto para el descanso!… Cuentan ellos que, mientras se refugiaban bajo las sombrillas alrededor de las piscinas del hotel porque el sol atentaba contra su piel, por momentos casi adormecían… Casi se convertían en estatuas de sal y yeso… Lo único que les despertaba y los motivaba a seguir viviendo sus vacaciones, era una voz… ¡que nunca callaba su alegría!… Era la voz de María, y su frase cautivante para calentar sus motores: ¡Drinki… drinki…!’, siempre decía…”.

“Cuentan que, profundamente agradecidos por los servicios recibidos por esta gran María, una noche… en los alrededores de la piscina… ella, inconscientemente, sufrió un ligero accidente… uno de sus dedos del pie derecho arrastró la pata de una silla, sangrando profusamente… Como médicos, le llevaron hasta su recámara y, con instrumentos de emergencia y primeros auxilios, detuvieron la hemorragia y le recomendaron descanso…”.

“En la tarde del día siguiente y mientras ya empezaban a extrañarle, de pronto escucharon la arenga de una entusiasta María que, como una verdadera heroína a la cual le estarán siempre agradecidos por estas maravillosas vacaciones, gritaba a todos los visitantes: Soy María… ¡¡¡Drinki… drinki!!!”.

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