En su tercera entrega, el Festival Musical de Santo Domingo presentó una gala lírica en conmemoración del bicentenario del nacimiento de Giuseppe Verdi, que contó con la participación de la soprano rusa-ucraniana María Guleghina, el Coro y Orquesta del Festival bajo la dirección del español Ramón Tebar.
La enérgica obertura de la ópera Luisa Miller, en la que se decantó el sonido protagónico del clarinete Michael Norsworthy, dio inicio a esta exquisita noche verdiana.
María Guleghina hizo su entrada, de presencia imponente, aborda la bellísima aria Ritorna Vincitor del primer acto de Aída. Su voz potente, hermosa, de soprano dramática, se dejó escuchar cálida, y con fuerza interpretativa transmitió felicidad y desesperación, sentimientos en los que se debate el personaje: el amor a Radhamés y el afecto al padre y a su patria.
El coro del Festival, dirigido por Álvaro Manzano, que une voces de diferentes conjuntos corales, dirigidos por Mayra Peguero y Elioenai Medina, inició con el majestuoso himno de la ópera Aída, ¡Gloria al Egipto y a Isis, que el sacro suelo protege!. Desde los palcos superiores se escucha el sonido vibrante de las trompetas, dando inicio a La Marcha Triunfal. Excelente desempeño del coro, efectista la colocación de las trompetas.
El intenso preludio del acto II de la ópera Un baile de máscara, da paso a la soprano que inicia el aria de Amelia, Ecco lorrido campo y justo en el momento de mayor emoción, un increíble incidente turbó a la soprano y al director que hubo de parar la orquesta había sonado un celular, tan insistente, que Tebar se volvió al público y con voz enérgica dijo: ¡Es que ese teléfono no tiene dueño!. El momento no pudo ser más penoso, la vergüenza ajena nos cubrió a todos. Apagado el celular, María Guleghina retoma la famosa aria y como crecida por el incidente, produjo uno de sus mejores momentos, el público en desagravio puesto de pie, le tributó a ella, al director y a la orquesta, una merecida ovación.
Con el rítmico golpeo a los yunques, se inició el famoso Coro de los herreros, de la ópera El trovador, el coro del Festival lució espléndido. A seguidas, María Guleghina cantó Surta é la notte Ernani, involami de la ópera Ernani. Este precioso fragmento de coloratura le ofrece la posibilidad de hacer filigranas vocales con el buen uso de esta técnica ornamental.
El potencial volumen de la voz de María de contundente registro grave, sonoridad en el centro y agudos de gran alcance, se puso de manifiesto de nuevo en el aria de Abigail, acto II del Nabucco, y luego en el aria de Lady Macbeth, acto I. En estas dos arias tuvo una breve intervención el polifacético Eduardo Villanueva, quien hizo galas de gran histrionismo y perfecto fraseo como el sacerdote en Nabucco y el mensajero en Macbeth.
El Va pensiero, vuela mi pensamiento sobre las alas doradas cantan los esclavos hebreos. Este maravillo coro inició a sotto voce, pianissimo y fue en crescendo hasta llegar a un fortíssimo impresionante, el coro del Festival alcanzó su mejor momento, mostrando toda una escala de matices.
El final. El cierre del programa no podía ser más apropiado, del quinto acto de la ópera Las vísperas sicilianas, María Gughelina cantó Mercé dilette amiche, aria de Elena, y al igual que la protagonista, dio las gracias a todos. El público agradeció emocionado con vítores y aplausos. Generosa, inició un encoré que se convirtió en un pequeño concierto de tres arias.