Madrid, España.- María Marte destila naturalidad y cercanía adondequiera que va. De tez morena, contextura menuda y sonrisa luminosa, esta jarabacoense se mueve como pez en el agua en el Club Allard de Madrid, templo del buen comer donde ostenta el cargo de chef ejecutiva.
A este restaurante con estrella Michelín de imponente estructura modernista, ubicado en el barrio de Argüelles, llegó hace trece años, y no precisamente para faenar en su cocina, sino como parte del equipo de limpieza del lugar, pero siempre aspiró a entrar a su cocina, donde veía, desde lejos, trabajar a sus cocineros y crecerse en la preparación de los platos para satisfacer el paladar de su exquisita y sofisticada clientela.
“Yo veía cómo se entregaban a su trabajo y pensaba, ‘¡ay, si yo estuviera de ese lado!’ Sonríe. Sus ojos rasgados se achican aún más y muestra todo el encanto de esa sonrisa que enamora a quienes la conocen. Y es que esta dominicana ha despertado el interés mediático en este país europeo, por la gran historia de esfuerzo y talento que tiene detrás del éxito que ha cosechado y, por supuesto, por la exquisitez de los platos que prepara.
Hace poco María fue seleccionada por la Real Academia de Gastronomía de España (RAG) y la Cofradía de la Buena Mesa, como Premio Nacional de Gastronomía al Mejor Jefe de Cocina, pero ya acumula dos estrellas Michelín en su haber y asegura que va por la tercera. Con la fuerza de voluntad que posee esta mujer, los dominicanos ya debemos empezar a celebrar.
“Me siento emocionada y súper agradecida de que la Real Academia de la Gastronomía y la Compañía de la Buena Mesa se hayan fijado en mi trabajo. Eso me compromete cada vez más con España”, señala con el convencimiento que solo logran quienes conocen a fondo sus capacidades.
María procede de una familia muy humilde de Jarabacoa, y el talento por la cocina lo heredó de su madre, quien fue una pastelera de mucho éxito en las confituras, las que, según dice, seducían el paladar de nacionales y extranjeros que visitaban la región, y entre los fogones de un restaurante de carnes que administraba su padre.
“Me crié entre fogones” nos explica en una salita de reuniones del Allard, donde realizamos esta entrevista, un tanto sorprendida por el marcado acento andaluz que tiene, el que a ratos conjuga con la “i” característica de la región del Cibao, de donde es oriunda.
-¿Pero de dónde te viene ese acento andaluz, María?
“Mi abuelo era español, de Andalucía… a lo mejor viene de ahí”… responde sin dejar de sonreír.
Lleva el pelo recogido en una coleta alta y la cara sin nada de maquillaje. Tiene 37 años y una piel tersa y bien cuidada. Habla rápido, y sin parar de gesticular con las manos, se refiere a sí misma en tercera persona. “María ha sido una soñadora y una luchadora. Ha tenido una confianza muy grande en sí misma”. Por eso un día, hace trece años, salió del confort de Jarabacoa, jaloneada por el amor a su hijo mayor, quien se fue a vivir a Madrid con su padre.
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