Nacida en Barahona, “La Perla del Sur” de la República Dominicana, el 6 de junio de 1912, María África Gracia Vidal, conocida mundialmente como María Montez, es sin duda una de las figuras más fascinantes y enigmáticas de los años dorados de Hollywood.
A lo largo de las décadas, su nombre ha permanecido como sinónimo de un glamur exótico y una presencia cinematográfica inigualable que trasciende generaciones.
María Montez llegó a Nueva York en julio de 1939, luego de divorciarse de William McFeeters, ciudadano estadounidense, que era el representante en Barahona del First National City Bank of New York, con la firme determinación de convertirse en una estrella de cine.
Su belleza única y carisma natural pronto capturaron la atención de los cazatalentos de la época, catapultándola al estrellato con la película «Arabian Nights» en 1942. Este filme no solo solidificó su carrera sino que también estableció su personaje icónico en el cine de aventuras filmado en tecnicolor, un medio que destacaba increíblemente su vibrante belleza.
Puede leer: Se revelan nuevos detalles del concierto de Marc Anthony en RD
La habilidad de María para encarnar la esencia de la aventura y el misterio fue clave en su éxito. Películas como «Las mil y una noches» (1942), «La salvaje blanca» (1943), «La reina de Cobra» (1944), y «Sudán» (1945), no solo fueron éxitos de taquilla, sino que también definieron un género que capturaba la imaginación del público con historias de lugares lejanos y exóticos.
Estas películas destacaron a María Montez como la «Reina del Tecnicolor», un título que celebraba su capacidad para capturar la atención del espectador y convertirse en el foco central de cada escena.
Además de su impactante carrera en el cine, también tuvo un breve pero notable paso por el teatro, especialmente en París, donde su obra «L’Ille Heuresse» (La Isla Feliz) fue recibida con aclamación. Esta diversidad en su carrera es una muestra de lo que fue su versatilidad y su capacidad para cautivar audiencias más allá del cine.
María Montez no solo fue una pionera en Hollywood para actores latinoamericanos, sino que también contribuyó significativamente al estatus cultural de los actores de la diáspora en el cine estadounidense.
Su legado es evidente no solo en las películas que dejó atrás, sino también en cómo allanó el camino para que otras estrellas latinas encontraran su lugar en Hollywood.
Su muerte prematura en París en 1951 fue un final trágico y sorpresivo para una vida y una carrera que fueron extraordinariamente vibrantes. A pesar de su temprano fallecimiento, el impacto de María en el cine y en la cultura popular permanece imborrable. Su estilo y presencia en pantalla continúan inspirando a actores y cineastas, y su historia es un testimonio del poder del talento y la determinación.
En reconocimiento a su contribución al arte y la cultura, varias instituciones y lugares en la República Dominicana llevan su nombre, incluyendo el Aeropuerto Internacional María Montez en Barahona. Sin embargo, a pesar de estos homenajes, su figura sigue siendo poco conocida en su país natal, lo que resalta la necesidad de revalorizar y celebrar su historia como una de las grandes pioneras del cine mundial.
En conclusión, María Montez no solo fue una estrella del cine durante los años dorados de Hollywood, sino que también se convirtió en un icono cultural que sobrepasa las barreras del tiempo y la geografía.
Su vida y su obra siguen siendo una fuente de inspiración y admiración, y su legado como la «Reina del Technicolor» perdura, invitando a las nuevas generaciones a descubrir y celebrar su extraordinaria carrera.
Deuda con María Montez
Cabe insistir sobre la deuda de RD con su diva nacional. Es lamentable que sean los fanáticos de María Montez, de diversos países, quienes manifiesten su preocupación por la ausencia de la estrella que le corresponde a María Montez en el Paseo de la Fama de Hollywood, mientras su co-estrella en sus filmes en tecnicolor, Jon Hall, por ese solo mérito ya la tiene.
Un museo para María Montez
El más significativo de los homenajes que puedan rendirse a la “Reina del Tecnicolor” del Hollywood de los años cuarenta es la creación de un museo en su honor en su país de origen, tal como lo tienen María Félix en México y Carmen Miranda en Brasil, entre otras luminarias de ese nivel.
Una obra como esta permitiría la conservación de su importante legado, el cual está constituido en primer lugar por las veintiséis películas (21 estadounidenses y 5 europeas) y los tres libros de su autoría.
Asimismo, podrían conservarse sus fotografías y los afiches de sus películas, así como sus pertenencias de otro carácter, que serían de entrañable significación para este museo, y un atractivo más para que nuestro país pueda atraer turismo vinculado al cine.