Mañana celebramos una fiesta de singular importancia, el Día de las Madres, esas heroínas incomparables a quienes solemos agradecer infinitamente, no sólo por habernos permitido estar aquí, sino por la entrega, los desvelos, las enseñanzas que nos prodigaron en el seno familiar y que no siempre supimos valorar lo suficiente en su tiempo.
Ahora, cuando se celebra extensa e intensamente el centenario del nacimiento de María Montez, cuando un florilegio visual dará fe de su hermosura extraordinaria, cuando su carrera precipitada e inaudita en el cine va a reconsiderarse, cuando recordaremos que la muerte a destiempo sesgó sus oportunidades de grandes actuaciones, esta memoria reconstruida también destacará admirables cualidades personales.
Hija, hermana y madre ejemplar, así la apreció Arturo Rodríguez Fernández en su prólogo a la invaluable biografía escrita por Margarita Vicens de Morales.
La maternidad ha jugado un papel esencial en la vida de María África Gracia Vidal, -identidad que sus mentores del cine cambiaron por el sonoro y ya perennizado nombre de María Montez-. La madre, Regia Teresa María Vidal, incondicionalmente dedicada al hogar, le prodigó cariño y cuidados, al igual que a sus demás hijas e hijos. El regazo materno cobijó, pues, a María, quien desde la niñez practicó ese esmero filial con las hermanas más pequeñas a modo de una primera vocación. Al filo de los años y de los éxitos profesionales, ella conservó y manifestó el amor por su madre hasta en sus disposiciones testamentarias. Otras pruebas de ese afecto y preocupación por los seres cercanos muestran cómo María trajo a sus hermanas a su lado, las quiso lanzar en el cine y la moda, favoreció sus respectivos matrimonios más allá de una solidaridad fraternal, con inquietudes y altruismo de madre.
Una hija: María Christina. Casada con el actor y realizador francés Jean-Pierre Aumont desde el 1943, María tuvo una única hija, María Christina, en el 1946, acontecimiento que la llenó de inmensa felicidad. Los testimonios de esa dicha familiar abundan. Las fotografías revelan ternura y comunicación. La pequeña vivió una infancia rodeada de bienestar y de amor, con un padre y una madre unidos, atentos y alegres, jugando al unísono con la chiquilla, pese a sus compromisos sociales y profesionales.
La muerte de María Montez, quien se ahogó en su bañera debido a un paro cardíaco, sucedió cuando María Christina, mejor conocida como Tina, tenía cinco años Desde entonces en adelante, a esa niña encantadora y mimada, precozmente marcada por la tragedia, le haría una tremenda falta su madre ¡una madrastra le causó grandes sufrimientos!. Tina, preciosa y parecida a María, también fue actriz, esporádicamente muy exitosa. Amiga del cineasta dominicano Juan-Luis Jorge, viajó varias veces a República Dominicana, donde la rodearon de afecto. Hasta recogió una presea del Casandra: el recuerdo de la madre era omnipresente. Sin embargo, habiendo carecido personalmente del calor materno, expresaba cierta molestia cuando le preguntaban insistentemente por María Montez. No se sintió apta para la maternidad y murió sola en el sur de Francia a los 60 años.
El tema de la maternidad figurará en la exposición homenaje Ayer y hoy, María Montez, tanto por las imágenes de María, su esposo y su hija, como por las fotografías de familia recordatorias de la época barahonera, incluyendo también la importancia de sus hermanas en Estados Unidos y la etapa final europea.
La frase
Margarita Vicens de Morales escribe
La incomparable dicha de ser madre fue otra de las grandes satisfacciones a que tuvo acceso esta bienaventurada mujer que ha sido descrita por Jean-Pierre Aumont, su esposo, con las siguientes palabras: María Montez tenía doble personalidad, la que Hollywood había creado, y la madre y esposa aquella mujer llena de sencillez, culta, romántica y de una humanidad desbordante.