Marianne de Tolentino: expresión de gratitud

Marianne de Tolentino: expresión de gratitud

Don José Luis Corripio, Presidente de la Fundación Corripio,
Doña Ana María Alonso de Corripio, Vice-Presidente de la F.C.
Señores Vocales de la Fundación,
Señores Asesores,
Personalidades e instituciones premiadas,
Amigas y Amigos todos,

En un momento privilegiado, a la vez real y maravilloso, que se distingue por brindar alegría y fruición cuando tantas noticias suelen ser tristes o de mal augurio, deseo abrir este breve discurso con un inmenso agradecimiento, inmenso sí, pues es la suma de cinco agradecimientos, inmenso también porque se lo dedicamos a la Fundación Corripio, excepcional y ejemplar.

A la emoción que últimamente se ha adueñado de mi mente y de mi corazón, se agrega, hoy, un estado de ánimo muy propio, un verdadero compromiso: cómo decir nuestra común gratitud por la espléndida –es la palabra justa-distinción que nos ha sido conferida. Así, a quien agradece, le otorgan la potestad de representar a los demás, de expresar sentimientos personales y compartidos. Intentaré ejercer esta responsabilidad y delicada encomienda.

Trataré de que estos instantes no signifiquen un tedio para la audiencia, sino un tema de mútua elevación espiritual. Los Premios de la Fundación Corripio están ya profundamente enraizados en la actualidad dominicana y continuarán avanzando por el sendero del bien y de los bienes culturales. Hunden sus raíces en la historia nacional y en una historia familiar singular, enrumbándose hacia proyectos y propuestas del porvenir.

…Historia es aquella de la Fundación Corripio desde su recordado fundador, Manuel Corripio, inmortalizado por una estatua del artista Antonio Prats Ventós, como él, dominicano nuevo, entregado y glorioso. La Fundación Corripio, que se identifica con una familia, con tres y pronto cuatro generaciones actuantes, ha construido una estructura impresionante y compleja de valores culturales, entre colecciones y publicaciones, conferencias, coloquios y conciertos, en base a criterios siempre selectivos y orientadores.

Los Premios para ciencias, humanidades y arte, que por novena vez consecutiva se atribuyen y nos reúnen aquí, esta noche, constituyen galardones cimeros y un reconocimiento plural a esferas del saber , ¿y qué decir del Premio Nacional de Literatura, que ha coronado ya a varios de los más famosos escritores dominicanos y consagrado su brillantez?

Ahora bien, junto a una familia reverente e imponente, la Fundación Corripio ha integrado a otros miembros gestores, que son connotadas personalidades dominicanas, de alto nivel académico y ética intachable, entre el Director ejecutivo, Jacinto Gimbernard Pellerano, y los Asesores, José Alcántara Almánzar y Jorge Tena Reyes, quienes además asumen en su alma y conciencia las funciones de Jurado interno. A ellos también, expresamos – al hablar en nombre de los demás galardonados, prefiero el plural al singular- nuestra gratitud, sin que olvidemos felicitarles por las otras tareas, permanentes, que ellos asumen en el marco de la Fundación, administrada de manera ejemplar por doña Pilar Albiac.

Y, naturalmente, agradecemos profundamente a los Jurados de Preselección y de Premiación por su trabajo y su evaluación, por su respaldo y sus decisiones. Nos consta que esa misión significa una extrema responsabilidad, al examinar y ponderar las cualidades de quienes han sido propuestos –siempre presentan a muchos candidatos interesantes, legítimos y meritorios en sus especialidades respectivas.

A ellos, a los miembros de ambos Jurados, les corresponde la carga más pesada y árdua… y en todas las circunstancias, trátese de la Justicia ordinaria –cuando existe un Jurado-, de un concurso o de una emulación extraordinaria, como es el caso de los Premios de la Fundación Corripio. Les debemos parte de nuestra emoción…

Habremos olvidado, muy probablemente, a otras personas que intervinieron en este proceso y compromiso compartido, pero los agradecimientos no deben convertirse en una larga invocación… por positiva que sea. Llegó el momento de referirse a los Premiados, como a los héroes de la noche, distinguidos individual o colectivamente.

El Premio que corresponde a Ciencias Sociales y Jurídicas ha sido atribuido en la Categoría Economía a Carlos Despradel, un economista emprendedor, de excelente formación nacional e internacional, que se ha destacado tanto en la cátedra universitaria y la investigación como en organismos especializados colegiados que él contribuyó a crear. En posiciones de máxima responsabilidad, no solamente sirvió al país como Gobernador del Banco Central sino como Embajador de la República Dominicana en los Estados Unidos. Creo recordar haber tenido el honor de trabajar al mismo tiempo que Carlos Despradel en la Cancillería.

Para el Premio de Arte, la Arquitectura reunió los sufragios en esta novena edición. Es que la arquitectura no solo es arte, sino mucho más, un marco de vida, individual y colectivo, hasta la definieron como la madre de todas las artes. El arquitecto José Horacio Marranzini conjuga altas calificaciones y cualidades. De temperamento inconteniblemente creador, él ha innovado en el campo de los materiales y la técnica, y simultáneamente ha contribuido y contribuye a una estética contemporánea de la construcción urbana, desde la vivienda social y proyectos comunitarios, hasta torres impresionantes que él vuelve exclusivas por su diseño. Hacía falta decir que José Alfredo Marranzini también se preocupa por una arquitectura ecológica, lo cual por cierto nos introduce al próximo Premio de la Fundación Corripio.

Galardón de particular importancia por las consecuencias mayores que acarrea esta especialidad, es el Premio Ciencias Naturales y de la Salud, eligiéndose la Ecología en el 2015. Más atinada no podía ser aquella elección cuando a fin de año una cumbre mundial va a debatir la salvación de nuestro planeta. La Pastoral Social-Caritas y Medio Ambiente, dependencia del Obispado de La Vega, merece, con creces, esta presea por su firme y definitoria defensa de la naturaleza y por las tantas acciones que ha desarrollado, con resultados e ideales de salvación patrimonial, entregándose a las urgencias de un medio ambiente en peligro, como se entra en religión. No es un aforismo sino una realidad, pues Monseñor Héctor Rafael Rodríguez conduce hoy esta misión, iniciada en el 1966 por Monseñor Juan Antonio Flores. E indudablemente primordial resalta su faceta colectiva de concientización y capacitación, que fomenta y multiplica vocaciones por la protección de nuestros recursos naturales.

La Fundación Corripio, en constantes manifestaciones por el avance de valores fundamentales de la sociedad, como son las condiciones de vida y la convivencia, la educación y la proyección hacia el futuro, el bien moral, la responsabilidad y la autoestima resultante, instituye, este año, un nuevo premio, el Premio Familia Corripio Alonso. Este se otorga a Don Bosco/ Fundación Salesiana, una institución que irradia internacionalmente, y desde ocho décadas viene realizando en la República Dominicana, en distintos puntos de su territorio, una labor magnífica de obras y servicios, dedicados al progreso fructífero del país – de los recursos, de la tierra y de la gente-, y en particular una preparación integral–incluyendo a la tecnología-, para la nueva generación , contribuyendo a que los jóvenes sean más motivados, mejores y más felices ciudadanos del futuro. Sigue vigente aquí la frase del siempre recordado fundador, Don Bosco: “De la sana educación de los jóvenes depende el futuro de las naciones”. No cabe duda de que hay una verdadera “familia salesiana”, aquí representada por el padre Angel Soto, y la Familia Corripio Alonso la distingue con la primacía de un reconocimiento especial.

Me incumbe finalmente la parte más difícil, referirme al Premio Fundación Corripio de Comunicación 2015, en la categoría Periodismo Cultural. Expreso mi más profunda gratitud a la Fundación Corripio y a sus Jurados, por esta premiación que considero una culminación en mi vida afectiva y profesional.

Como «militante de la crítica» – el calificativo de un colega caribeño-, así he ejercido este oficio, por artículos, entrevistas, ensayos. La gran mayoría de mis textos fueron escritos en periódicos dominicanos, y algunos en revistas internacionales. He intentado simplemente poner un granito de arena para difundir el caudal artístico de la República Dominicana a los dominicanos primero, luego, en la restringida medida de lo posible, a otros países del mundo.

En mis inicios, en el 1972, don Rafael Herrera, el inolvidable director del Listín Diario – a quien debo mi vocación periodística-, al yo decirle que escribir me robaría tiempo a la enseñanza universitaria, me contestó que escribir en un periódico era el medio de enseñar, no a determinados grupos, sino a millares de lectores de todos orígenes, edades y clases. Lo escuché. Así, he llegado a escribir miles de artículos. Los ideales y la pasión no han cejado, y continúo con la misma convicción que en aquel primer día.

Sí, hay un elemento pasional, obsesivo aun, que hasta las crisis y las equivocaciones estimulan. Sin la fe, sin el compromiso, sin la visión del futuro, la obra del periodista no se sostiene, esto lo vivimos cotidianamente, cual sea la clase de periodismo que se ejerce. El periodista, y el periodista cultural particularmente, hace al lector copartícipe de informaciones, de ideas, de reflexiones, de un patrimonio vibrante, producido por el creador. O sea reciproca una compenetración con las artes y las letras, que, en mi caso, incluyó una persistencia por la promoción del talento dominicano en el exterior.

Desde mi arribo a Santo Domingo, una semana antes de casarme y con el traje de novia en el baúl, supe, verdaderamente deslumbrada, que la República Dominicana era mi otra patria, y que, para una completa integración cultural, yo debía conjugar todos mis esfuerzos y aportar una contribución profesional.

Esta contribución, fueron los conocimientos y los valores que, con sus obras, me permitieron transmitir y traducir en palabras los autores, mujeres y hombres del saber y de las artes: ¡sin ellos la crítica no existe! Tendría pues que mencionar y agradecer a muchas personalidades y creadores, porque sus enseñanzas, ejemplos y observacionesme han motivado y me motivan definitivamente.

Sin embargo, yo quiero referirme a una gran persona, de manera muy especial y dedicarle el más emocionado agradecimiento. A mi esposo, el doctor Mario Tolentino Dipp, todavía presente y perennemente vivo en el pensamiento de mis hijas Patricia e Inés, y en el mío. Su apoyo permanente ha sido la fuente de mi labor. Resuenan todavía su voz y sus palabras, unas horas antes de casarnos: «Mariana, me decía, yo quiero que, dentro de quince años, tú seas alguien en mi país, que hayas realizado tu propia obra, aparte de ser mi mujer». Fue un compañero admirable, solícito y paciente, altruista y amoroso, que nunca cambió al filo de los años. Empezando con su ejemplo, él ha estado por mucho, por muchísimo, en esta Premiación… Ojalá que, desde algún espacio de su morada eterna, Mario comparta la felicidad de esta distinción a la cual él ha contribuido tanto.
Muchas gracias

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