Marichal con su talento y dedicación, dio el gran salto en el béisbol, donde es todo una leyenda mundial y un caballero.
Cuando uno nace, en el paso del tiempo a corta edad se fija una meta, en base a sacrificio, ayuda de la familiar y la protección de Dios, cumple su objetivo y llegar ser una persona que es ejemplo de que cuando se quiere, se puede.
Juan Antonio Marichal Sánchez, nació en una comunidad pobre Laguna Verde, de Montecristi, donde sus primeros años se dedicaba a ayudar a sus padres a la agricultura y a la crianza de las vacas y chivos, Marichal, a corta edad, quería ser jugador de béisbol, pero las limitaciones no le presentaban un panorama claro, pero siguió adelante.
De jugar en un terreno pedregoso, sin verjas y un box, rústico, que no le ayudaba en nada y siguió adelante.
De jugar en un terreno, que más bien era una sabana, tenía que dar viajes para jugar en Montecristi y Manzanillo.
Los frutos están ahí, de jugar a manos peladas, ya tiene un lugar en Cooperstown, donde llegan los mejores de las grandes ligas.
Marichal, dijo “en mi primer año, que llegue a los Estados Unidos, pensé regresar al país, pues el racismo estaba en su apogeo, donde no podíamos entrar a los restaurantes, comíamos en la parte de atrás en el autobús”, además en las calles no veían mal, por el color y no hablar inglés.
Pero pensé y se dijo el mismo “le prometí a mi madre que iba a ser jugador de béisbol y que iba a triunfar en las grandes ligas, y Dios me oyó, así cumplir con mi mamá”.