Marielle Valdez. La literatura como ilusión de oficio, que el mejor viento la guie

Marielle  Valdez.  La literatura como ilusión de oficio, que el mejor viento la guie

1/ LA LITERATURA COMO POSIBILIDAD DE OFICIO SINCERO ENTRE NOSTALGIA Y AUTENTICIDAD.

Erase una vez, una mosquita muerta de dulce suspirar, que decía tenerle miedo a la literatura. No asistió a seminarios, a talleres de literatura rígida, esa vaina que inventaron en la UASD, hace años, y que terminó frustrando a más de uno.

Un escritor no se construye por decreto institucional, ojo.

Porque la vocación literaria es un soplo que viene con el mejor de los instintos del ser humano, la mejor literatura, así nació.

Hoy aparecen jóvenes de otros vuelos, que no tienen el nefasto cascarón del panfletarismo, la obediencia a un patrón literario, comisario al viejo estilo soviético cultural, que indicaba, siendo un gran analfabeto y mal poeta, cómo se debía escribir.

Esos tiempo, algunos aún intentan revivirlos, pero ya pasaron al basurero de la historia de la cultura, felizmente.

Esta joven, sin esas malignas influencias, solo quería escribir una vivencia que había marcado su vida, hizo el intento, no visitó ningún movimiento cultural, alguno que la orientara en sus nobles propósitos creativos.

Cuando me encuentro hoy con esta nueva generación, aguerrida en la literatura, la vida y sus compromisos con el futuro, me pongo a sus pies, porque yo conocí lo peor en mis años de escritor bisoño y consciente de que aquella mediocridad pupulante, agachada en seudos círculos literarios, no era lo mejor para mí, por eso hice tienda aparte desde muy temprano y aprendí a conocer la demagogia político cultural de entonces, que al final no ha podido parir nombres notorios, porque no era posible desde el más vil panfletarismo ignorante, parir nada que trascendiera.

La prosa es el espacio vivido que las letras convierten en historia.

El demiurgo, todavía anda por ahí, con los cordones sueltos y los malos poemas incorregibles, porque no hay peor cosa que malos políticos y malos literatos, como un cóctel peor que el de Molotov, ejemplo de un tiempo fallido y vulgar.

Cuando presentaba su libro, pensaba en otro chico interesante: Pablo Mustonen, sus redes arrastran a Marielle Valdez (Santo Domingo, 1975 ) porque hay una doble pureza en la búsqueda sincera de intentar una literatura de vida y vivencias, de intensidad y drama, de nostalgia y tiempo que se fue, que a veces solo la literatura tomada en serio conquista.

Marielle Valdez elige como espacio lo rural y pinta nuestra campiña con simpleza y fuerza.

Pablo Mustonen ( Santiago, 1963 ) había elegido lo urbano, con todo lo que ello implica de ciudad y sus claves sonoras específicas.

Marielle Valdez retrata la inocencia campesina, la entrega, el amor a toda costa, esa utopía de la relación humana en el campo, donde la idiosincrasia dominicana, de siglos, queda retratada en su bondad y candor.

Erase una vez, aquella muchacha que tenía miedo a decir, érase una vez, aquella muchacha vestida de organdí, luz de auyama naciente, que entre ojos aguados logró contar una historia, tomando el desafío de la vida y la literatura, pero de verdad.

Estimular, ilusionar, demostrar que es posible un acercamiento sin miedo a la literatura misma, esa es la misión de este texto.

Que los riesgos son propios, porque nadie es propietario de ninguna literatura, estigma propio de un país cercenador de lo bisoño o de lo naif literario.

2 /TAGA, APROXIMACIÓN A UNA NUEVA NARRADORA.

Taga, que no es más que el apodo cariñoso de Altagracia Cipriano Turbídez, da nombre a la novela, donde Marielle Valdez, se asume como narradora y protagonista de un drama, cuyo entorno bucólico indiscutible es el marco de la historia.

En el ejercicio narrativo abundan las descripciones y retratos psicológicos de personajes que con la protagonista comparten el universo creado en Taga.

Un entramado parental sale a relucir en el proceso creado, para que como en el ajedrez, haya una definición posible postrera y cada quien muestre al lector la profundidad y razón de ser en su rol.

Los primeros párrafos guían hacia la necesidad de la evocación y presagian en una pincelada escrita, el resto de los hechos, cito: “Aún recuerdo aquella noche del 13 de octubre. Leía en mi habitación, mi refugio, con la luz tenue de una lámpara, que lejos de alumbrar mis páginas, me miraba con tristeza”… (página 11)

Un objeto de luz se hace animista, escruta una tristeza y en el pórtico del relato, tenemos claro hacia dónde nos dirige la autora.

La catarsis de la historia entonces, desde la página 11 antes citada, será un largo e interesante sendero hasta la página 121, donde un palpitar de celular cierra todo lo narrado, exactamente como en el inicio, pero en final abierto donde su personaje ve la luz al final del túnel, como en la clásica tragedia griega, la anagnórisis, nos ha descubierto todos los elementos ocultos que nos permiten respirar al final con la protagonista.

No sin antes usar un recurso epistolar en el entretejido de la narración con buen efecto dramático en la conducción del desenlace.

Lo epistolar en Taga es un juego de enigmas y ritmos en la novela, para una escritora bisoña y decidida, la intencionalidad se vuelve esperanzadora en futuros manejos de la forma.

El valor de su esfuerzo narrativo no es solo su persistencia, eso sería monótono y ramplón, en todo caso, el valor narrativo es atreverse a escribir y publicar con la profunda convicción de lo producido, asumiendo los retos de un oficio que como la literatura, no acepta vocaciones sin altos compromisos de forma y fondo.

Tampoco sin constancia productiva, sin pasión absoluta, así confirman los resultados de esta primera novela de Marielle Valdez, prometedora de nuevos textos hacia el futuro.

Por eso con bastante acierto, muy por encima de su timidez analítica, Scarlett Núñez Santos en el prólogo de la novela, termina con uno de los párrafos alecccionadores que ahora hago míos, por el nivel de alta justicia hacia el texto, cito: “Taga nos abre la puerta a la conciencia humana y no humana; nos arroja la verdad en la misma cara, nos grita en lo que nos hemos convertido, pero difícilmente decimos cara a cara. Solo el observatorio moral desenmascara y no juzga”…

Con esta primera entrega, su novela prima, así como existe la opera prima en el cine, Marielle Valdez insiste en la necesidad de la escritura, sin la pretensión ex profeso, pero con la profunda ilusión del fruto acabado, y una gran ilusión que hoy de modo público, ella inicia. (CFE)

Publicaciones Relacionadas