Marien A. CapitÁn – La planta de Alejandrina G.

Marien A. CapitÁn – La planta de Alejandrina G.

Érase una vez dos bebitos recién nacidos que, aunque eran prematuros, vivían felices y contentos en la casa de sus padres. Tal era su paz y su tranquilidad que hoy, con dos meses y medio, no parece que nacieron antes de tiempo.

David y Felipe, sin embargo, han perdido la sonrisa en estos últimos días. Ahora, además de llorar de hambre y de sueño, lo hacen a causa del humo que se filtra por las rendijas de las ventanas de las dos habitaciones de su hogar.

Los niños tosen, están incómodos y, en más de una ocasión, ha habido que sacarlos de allí. La madre, preocupada, ha intentado por todos los medios que se lleven ese humo incordioso.

Para que entiendan de qué les hablo, debo contarles que esta historia comenzó con la agudización de la crisis energética, lo que provocó que los vecinos que viven detrás de David y Felipe decidieran comprar una planta de emergencia.

El problema es que la planta, para inteligente conveniencia de sus dueños, fue colocada encima del techo de la casa de dos pisos, razón por la que el humo que genera llega hasta el edificio en el que viven los infantes.

Cuando surgió la dificultad, los padres de los niños hablaron con un atento militar que custodia la casa (nunca salieron los dueños) y le solicitaron que pusieran un tubo para que el humo no moleste. Así lo hicieron, hay que reconocerlo, pero la voluntad fue tan buena que el tubo es lo suficientemente corto como para que esté al mismo nivel del apartamento de los niños, que es un tercer piso.

Visto el caso, después de haber tenido que salir de madrugada con los mellizos en brazos, el padre de los niños decidió volver a hablar con los propietarios de la casa ubicada en el Residencial Casas del Parque, en la Urbanización Fernández.

Tras una agotadora espera, salió a recibirlo el propietario de la casa, quien en todo momento hizo gala de una actitud sumamente hostil. Acusándolo de haber sido demasiado insistente, el señor le dijo que hicieran lo que les diera la gana porque ya ellos cumplieron con lo que iban a hacer: ponerle un “muffler” a la planta.

De nada valió que se le explicara que el “muffler” es muy bajito, que el humo entra aunque cierren las ventanas y que hay dos bebés de dos meses y medio que están respirando ese aire contaminado: el señor, airado, respondió que los bebés no le importaban.

Indignado, pero controlándose, el padre de los menores le dijo que ellos estaban en plena disposición de pagar el nuevo tubo. El señor dijo que no, que no era cuestión de dinero sino que ellos estaban jodiendo mucho. Finalmente, para darle el toque mágico al asunto, el señor le enrostró que él se había mudado primero, por lo que tenía más derechos.

Aunque ya saben lo que ha sucedido, tengo que agregar que esto no sólo está molestando a mi prima Celia, la madre de David y Felipe, sino que está afectando a otros vecinos.

A estas alturas creo que es conveniente solicitarle a la Sala Capitular y al Congreso Nacional que aunen esfuerzos para legislar en contra de la instalación indiscriminada de las plantas de emergencia. Ellas, amén de hacerle la vida imposible a los vecinos, provocan serios problemas respiratorios.

Antes de escuchar la respuesta, sin embargo, les diré que la dueña de la casa en cuestión es la dirigente peledeísta Alejandrina Germán y que fue su marido quien se mostró tan simpático. Si eso es ahora, no sé cómo se portarán después del 16 de agosto. ¡Qué Dios nos ampare (o que les reste prepotencia, que es igual)!

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