MARIEN A. CAPITAN – Por Dios, ¿venderán nuestra alma también?

MARIEN A. CAPITAN – Por Dios, ¿venderán nuestra alma también?

Los últimos días deben haber sido muy difíciles para ellos. Las noticias, dando cuenta de alguna que otra barbaridad gubernamental, ya tiene que haberles provocado un retorcijón allá, en la fosa, donde sus huesos deben estarse revolcando el día de hoy.

Los pobre patricios, inmóviles en su mundo de gloria y olvido, vuelven a ser tan mártires como ayer. ¡Qué difícil es mantener la forma y la cordura cuando vemos que sus nombres son pisoteados una y otra vez! Nadie parece recordar sus palabras. Para qué, dirán muchos, debemos rememorar y honrar unas palabras que han sido pronunciadas hace tanto pero tanto tiempo.

Ellos entregaron sus vidas, o parte de ellas, a una lucha que culminó con la proclamación de la independencia hace 160 años (que se cumplen mañana, por si lo han olvidado). En aquella oportunidad, al igual que en las demás en las que corría peligro la soberanía de la Patria, impusieron sus ideas para que la República Dominicana estuviera salvada.

Esa media isla que poseemos ha vuelto a ponerse en peligro. Ese peligro, para la mayoría, está revestido de betún: es el que representa la silente avalancha de haitianos que huyen de su país. Nuestro gobierno, incluso, lo ha puesto en evidencia rechazando refugiar a un senador que tuvo que seguir camino a Francia para lograr asilarse.

Mientras se piensa en el éxodo de la frontera -que por cierto le viene de perlas al Presidente para continuar amarrando su chiva sin que nadie se fije en los métodos que utilice para ello-, pocos se fijaron en que el propio presidente constitucional, Hipólito Mejía, pretendía arrendar Samaná por un hermoso período de cincuenta años (¿estaría yo viva para contarlo?). Eso, ¿no es un atentado aún mayor a la soberanía nacional?

Aunque mientras escribía este artículo me enteré de que Mejía retiró el anteproyecto del Senado (escribir antes es un lío, ya me pasó que publiqué un artículo con el mismo título de mi querido amigo Julio Cury), la intención es digna de comentar.

Rentar toda una bahía, con unas condiciones en las que sería más la sal que el chivo -si venía un ciclón, por ejemplo, el gobierno sería el responsable de reacondicionar las instalaciones-, es tan patriótico como el permitir que cada extranjero que quiera venir a explotarnos lo haga sin que nadie se lo impida.

Aquí, en un país en el que los sobornos están a la orden del día, dejamos que cualquiera venga a proponernos negocios que, además de ser poco rentables para el país, ponen en evidencia que estamos lejos de ser un país con posibilidades de crecer.

Samaná es importante para nosotros. No en vano ha sido una tierra codiciada por muchísimos países. Por eso, reconociendo que al menos Mejía desistió de su error, debemos evitar que haya nuevas campañas de arrendamiento. Seamos nosotros, con nuestros humildes medios, los que hagamos de Samaná lo que podamos hacer de ella.

Que sean nuestros hoteleros, en todo caso, los que se llenen los bolsillos a costa de nuestra tierra. Total, eso es lo que hace el desarrollo de los polos turísticos: enriquecer a dos o tres mientras el pueblo sigue exactamente igual.

Samaná es una de las zonas más hermosas del país. Virgen, serena y pacífica, es dueña de una paz que sirve de elixir al alma. Así, límpida y reluciente, queremos seguirla teniendo (es bueno contar con un refugio que te dé tanta serenidad).

Pasando a otro asunto, vale recordar que también se ha atentado contra una parte del Parque Mirador Sur. Al hacerlo, es justo que nos preguntemos hasta dónde son capaces de llegar las autoridades con tal de sacar más dinero fresco -aunque no limpio, si es que tienen conciencia-. ¿Lo peor? Cada centavo que llega es dilapidado.

Por el paso que vamos terminarán colgándonos un letrero en el cuello. Se vende a tanto, dirá el rótulo que exhibiremos con cierta vergüenza si el monto no nos satisface (de tanto vender, a causa de la malaria, quizás hasta nos alegremos de que nos pongan precio).

Si Hipólito se queda, y a ello está dedicando todos sus esfuerzos, nos canjeará por cheles. ¿Cobrará un poco más por nuestra desgastada alma. Por la mía, asumo, no pedirá demasiado. Pese a ello, si me manda para afuera, respiraré con toda tranquilidad.

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