Marien Capitán – Peloteros al rescate

Marien Capitán – Peloteros al rescate

Anoche tuve un sueño bastante extraño. Veía, muertos de la risa, cómo un grupo de peloteros caminaba con sus bates por diversas calles de Santo Domingo.

Miguel Tejada, Sammy Sosa, Alex Rodríguez, Pedro Martínez, Manny Ramírez, David Ortiz, Vladimir Guerrero, Moisés Alou, Alfonso Soriano, Albert Pujols, Aramis Ramírez, Neify Pérez, Israel Alcántara, D’Angelo Jiménez, David Ortiz, Bartolo Colón, Raúl Mondesí y José Lima, uniformados impecablemente, se disponían a apostar por un nuevo estilo de juego.

Aún no sabía de qué se trataba todo esto. Sin embargo, me llamó la atención que hasta los lanzadores tenían un bate en las manos. Fue entonces, cuando oí el batazo de José Lima, que entendí lo que sucedía: los peloteros, convertidos en héroes modernos, comenzaban a derribar un montón de parquímetros.

“Este es el juego más importante de mi vida”, decía Alex Rodríguez mostrando su sonrisa “Crisol”. Sammy, puro músculo, señaló que jamás ha tolerado los abusos. Así, entre frases de ánimo y consuelo para los citadinos, cada uno de ellos derribó cuanto parquímetro encontró en su camino. Santo Domingo, a fuerza de bates, volvió a ser libre.

Hoy, recordando los rostros de nuestras glorias, reparé en que realmente podríamos necesitar su ayuda a partir del 22 de agosto, fecha en la que las empresas Parqueos Dominicanos y Word Wide Parking instalarían, a la fuerza y sin autorización del Ayuntamiento del Distrito Nacional, 1.700 medidores de estacionamiento que corresponden a la primera etapa de un ambicioso contrato que nos fastidiaría durante 20 años. Posteriormente colocarán otros 2.300.

Lo más doloroso de esto es que pretenden que los conductores paguen diez pesos por cada hora o fracción de hora que estén estacionados. De ese monto, el Ayuntamiento recibirá un peso y las empresas concesionarias nueve.

En pocas palabras, cada vez que nos parqueemos en las zonas señaladas estaremos haciendo cada vez más ricos a un grupo de señores que entiende que ser pacíficos es sinónimo de ser imbéciles, pendejos o, al menos, una sarta de atrasados mentales que gozamos con que nos lastimen cada vez más los bolsillos.

La propuesta, que surgió en 1995 cuando Rafael Suberví Bonilla era síndico de nuestra querida ciudad, tendría un costo de US$18 millones y, supuestamente, fue aprobada el 18 de julio de 2002. Es decir, 28 días antes de que concluyera la gestión de Juan de Dios Ventura Soriano (el querido Johnny Ventura).

Ventura, sorpresivamente, ha dicho que él no firmó la concesión, una versión que corrobora lo que Roberto Salcedo ha dicho hasta la saciedad: que en el Ayuntamiento no existe ningún contrato con Parqueos Dominicanos.

Para nadie es un secreto que Salcedo se opone tajantemente a la instalación de los parquímetros. Ahora que nos gravarán hasta los pensamientos, ponerle un impuesto al parqueo sería un abuso (sobre todo cuando los recursos no se usarán en beneficio de la ciudad). Por ello, como víctimas del atropello, debemos alzar nuestra voz y oponernos. Ya basta, ya está bueno de que se nos tome el pelo.

Los políticos, una de las clases que más ha dañado al país, han hecho con nosotros lo que les da la gana. ¿Permitiremos que continúen haciéndolo? Yo no. Por eso, si ponen parquímetros, me alejaré de los lugares donde exista alguno. Si lo hacemos todos, ¿prosperará el negocio? No.

Por el momento, ya se ha hablado de colocar 150 en los alrededores del Palacio Nacional; 884 en el Centro de Los Héroes; y 675 en la avenida Mella. Evitar esas zonas, para mí, no será un sacrificio.

Antes de irme, quisiera saber si con los nueve pesos que piensan robarnos, la gente de Parqueos Dominicanos dispondrá de alguna seguridad en las calles. ¿Usted se imagina qué pasaría si al salir a buscar su carro ve que se lo han robado o chocado y, para colmo, le cobran RD$20 por las dos horas que estuvo parqueado?

Aprendamos a quejarnos. Dejemos de seguirle el juego a los que nos joden una y otra vez. Hagamos lo que hacen en los países desarrollados: rebelarnos, dejando de adquirir o de usar, los bienes o servicios con los que se nos quiera fastidiar.

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