Marien Capitán – Reminiscencias trujillistas

Marien Capitán – Reminiscencias trujillistas

La noticia nos cayó como agua recién salida de la heladera (o el freezer, según se vea). Por ello, a pesar de leerla varias veces como si al hacerlo pudiera terminar incorporándola, quedé completamente desencajada: el Pico Duarte, casi por arte de magia, será llamado Pico Trujillo.

Ay, caramba. Otra vez, como si no les sobraran los signos y demostraciones de rotunda estupidez, nuestros congresitas meten la pata. Nunca, al parecer, terminarán haciendo algo medianamente bien.

No sé si padecen de amnesia, si quieren hacernos creer que el olvido está de moda o si, por el contrario, juegan a hacernos perder la paciencia, pero lo cierto es que cambiarle el nombre al Pico Duarte ha sido tan absurdo como ilegal.

Amén de que con ese nuevo nombre se hiere la susceptibilidad de la mayor parte de la población dominicana, no está de más recordar que desde el año 1962 existe una ley que prohíbe que los monumentos o lugares públicos tengan el nombre del tirano o de cualquier miembro de su familia.

Hay que ser imbéciles, por tanto, para pretender honrar a uno de los hombres que más daño le ha causado a este país. Sobre todo si, con ello, se desmerita a uno de los padres de la patria, Juan Pablo Duarte.

Parece ser que los antivalores están de moda. Un buen ejemplo, aunque me juré que no volvería a tocar ningún tema relativo a Educación (cubro la fuente, por eso no debería hablar), es el caso de la jubilación de Olimpia González.

Doña Milagros, tras asegurar que Olimpia merece esa pensión porque ha tributado al Estado durante muchos años, parece olvidar que la ex presidenta de la ADP cobra un sueldo como vicecónsul de San Juan de Puerto Rico (aunque no nos consta que esté trabajando allí), por lo que no puede ser jubilada. Si “trabaja” para una dependencia del Gobierno, ¿es posible jubilarla en otra? No lo creo, la verdad.

Obviando el que esté cobrando un salario en Puerto Rico, debemos recordar que Olimpia está acusada de un desfalco en la Asociación Dominicana de Profesores. Después de la acusación, y de estar bajo la presión de un juicio que no se ha realizado no sabemos por qué, terminó siendo nombrada como asesora del despacho de la secretaria de Educación.

Ortiz Bosch argumentó que le dio ese cargo por razones humanitarias. Ella estaba enferma, dijo, y había que ayudarla. Cuando le salió el nombramiento en Puerto Rico, y tras recibir todas las presiones del mundo, le quitó el cargo que tenía en la cartera. Ahora, porque piensan que el dominicano olvida, está tramitando darle su jubilación.

Una y otra vez doña Milagros demuestra que es amiga de sus amigos hasta en las peores circunstancias. Sin importarle lo mal que será vista, cuánto se le pueda juzgar, ella decide tenderle la mano a Olimpia una vez más. ¿La fórmula? Argumentando que no puede robarle el derecho que ha adquirido después de muchos años de servicio en el área educativa.

Que no le robe el derecho, eso está bien. Pero, si vamos por ese camino, que su gobierno tampoco le siga dando largas a un juicio criminal que ella tiene que encarar. Todo, o casi todo, indica que ella es culpable. El premio, como si fuera una proeza el robo que le hizo a los maestros, es jubilarla por encima de quienes se lo merecen con más creces y sólo han recibido olvido.

Muchos maestros, muertos de hambre y sin un alto funcionario que los ampare en su casa cuando hurtan lo que no les corresponde, están esperando que Educación les dé la pensión que se han ganado. Para ellos, honestos, siempre estará servida la nada.

Aunque no es el caso, porque no lleva una vida de miseria, vale recordar el caso de Ligia Amada Melo de Cardona, quien fuera secretaria de Educación durante la gestión pasada del presidente Leonel Fernández.

Ella, maestra de larga data, nunca logró que esta gestión le reconociera su jubilación. Aunque no ha sido deshonesta ni ha robado nada, a Ligia si le roban su derecho. Definitivamente, ya entiendo porqué ahora tenemos un pico que se llama Trujillo: como en aquella época, aquí estamos viviendo en una sociedad demasiado déspota, que se rige por lo que le apetece a unos cuantos.

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