Mario Cabrera

Mario Cabrera

Hace unos años me planteé escribir sobre una generación de empresarios que habían sido auténticas fábricas de construir desarrollo. Lamento no haberlo hecho pues muchos de estos personajes que admiro tanto ya no están con nosotros. Mario Cabrera nos acaba de abandonar y era uno de estos grandes hombres.
Es una generación que enfrentó, en los despachos gubernamentales y en los medios, la funesta ideología pro – estado que recorría América, y que promovió las reformas hacia el mercado. Que enfrentó muchas intentonas anti democráticas y permitió que seamos una democracia – imperfecta, pero democracia al fin – desde los años sesenta. Que apoyó reformas en legislación que aumentaron la competencia y fomentaron los nuevos sectores que diversifican hoy la economía, reformas que a la postre impactaron negativamente a sus negocios. Que crecieron sus empresas en base a austeridad de vida, confianza en sus habilidades y confianza en el país.
Y, quizás más importante, crearon o desarrollaron las instituciones que nos están sirviendo desde hace medio siglo: EDUCA, APEC, Asociación Dominicana de Rehabilitación, Asociación Dominicana contra el Cáncer, Cedimat, INTEC, Premio Nacional de Literatura y un largo etcétera, organizaciones tan relevantes que nos parece que han estado siempre ahí, pero que fueron fundadas y desarrolladas por personas concretas, en momentos concretos. En el caso de don Mario su impacto creador pasó por muchas de ellas, desde el Conep a la Unphu pasando por la JAD.
Estos hombres, estos empresarios, son seres humanos con defectos y pasiones.Pero en su agenda diaria estuvo contribuir a la sociedad desde esa posición de privilegio a las que les llevó un trabajo tesonero convertido en éxito empresarial. Y lo hicieron de forma transcendente, aspiración humana máxima.
He visto pocos lugares donde auténticamente reinó consistentemente la armonía y la identidad de metas como las oficinas de “Lavador”, donde junto con don Ernesto y José Vitienes y José Luis Venta, don Mario ejerció su actividad empresarial. En esta “casa” recibí desde el inicio de mi carrera una acogida y confianza de la que estaré siempre agradecido y donde aprendí mucho sobre ser buen profesional y ser buena persona. Hubiera deseado ser mejor alumno, pero no creo haberlos decepcionado.
Don Mario es parte de esa “ilustración dominicana” que desde 1966 hasta el fin del milenio impulsaron las ideas que nos permitieron crecer como país. Algún día debe escribirse su historia, como agente de cambios de esta sociedad, entendiendo y explicando a esta generación más allá de sus éxitos empresariales.
Esta no deja de ser una nota luctuosa. Me duele que se haya ido tanta simpatía, don de gente y generosidad. Paz a sus restos y serenidad y resignación a sus familiares y amigos.

Más leídas