Es cada vez más extendida la aplicación del marketing como herramienta de apoyo a la comercialización de bienes y servicios, localmente.

Tan indispensable recurso auxiliar de la publicidad y la promoción de ventas, fue durante muchos años la Cenicienta de la actividad comercial dominicana. Ahora, una nueva generación empresarial asume conciencia plena de su utilidad y resultados.

Ya se sabe de las ventajas que representó para los candidatos presidenciales, congresionales y municipales la utilización de esa herramienta en pasadas campañas (incluyendo, por supuesto, el mágico ‘photoshop’ en el maquillaje de los envejecientes rostros).

Se advierte, sin embargo, una apelación excesiva del mecanismo en un sector de la farándula que procura lauros no alcanzados aún por su trabajo.

El Marketing funciona cuando el producto o servicio tiene ganados suficientes terrenos en la aceptación del consumidor o del objetivo hacia el que va dirigido.

No es lo mismo, ni es igual, por ejemplo, “trabajar” mercadológicamente un dentífrico ya conocido en el mercado, que hacerlo con un líder político de antecedentes cuestionados y promesas incumplidas.

Algunas personas tienen la falsa creencia de que este valioso recurso de promoción es de fácil aplicación. Impulsar un producto, elevar su imagen o ‘posicionar’ una figura pública en la aceptación popular, es tarea que requiere a veces de muchos años.

Una campaña de mercadeo, como manda el librito, debe además estar apoyada en una excelente presentación del producto.