Marlon Brando, súper estrella que se apaga

Marlon Brando, súper estrella que se apaga

Aunque filmó unas 40 películas, en realidad Marlon Brando, que falleció el 2 del presente mes a los 80 años en un centro médico de Los Ángeles, California, sólo necesitó una sola para merecer la aprobación de los críticos y el enardecimiento del gran público para consagrarlo como una mega estrella y un ícono adorado de Hollywood.

Ese palmarés lo consiguió Marlon Brando cuando Francis Ford Coppola lo condujo a protagonizar al jefe de “familia” de la mafia neoyorkina, Vito Corleone, en 1972, que fue seleccionado el 14 de abril del presente año por los críticos del Séptimo Arte de los Estados Unidos, como “el personaje más grande de todos los tiempos”.

A ese reconocimiento siguieron en orden Fred C. Dobbs en El Tesoro de la Sierra Madre, desempeñado en papel inolvidable por el inmenso Humprhey Bogart, protagonista de Casablanca, junto a la sueca Ingrid Bergman, en 1945.

También en tercer puesto Scarlett O’Hara, en la personificación de Vivien Leight en Lo que el viento se llevó, que compartió con el galán Clark Gable, y en cuarto y quinto puesto Psicosis y El Doctor No.

Su primer rodaje fue El Hombre, en 1950, con escasa repercusión, no así el siguiente año, cuando protagonizó al valiente dirigente laboral Terry Malloy en Nido de Ratas, bajo la dirección de Elia Kazan, obteniendo su primer Oscar al Mejor Actor.

Su extensa filmografía fue expuesta por HOY refiriéndose al suceso triste de su deceso en un reportaje del co-editor de arte, Jorge Ramos, pero resulta imposible omitir Saonara (1957), La Casa de Té de la Luna de Agosto (1956), ambas rodadas en Japón, así como también cuando personificó en 1952 al líder agrarista mexicano Emiliano Zapata, La Ley del Silencio (segundo Oscar) y en 1979 Apocalipsis Ahora, donde encarnó al coronel Kurtzm en el intenso drama de la guerra de Vietnam bajo la dirección de Coppola.

Muy parco en su gestualidad, sobrio, sereno, indiferente, inquisidor, Brando creó un estilo que subyugó a otras luminarias del cinema como a James Dean, Paul Newman, Robert De Niro y Al Pacino, que abrevaron en la inspiración teatral “sui generis” de actor de teatro que fue Marlon Brando.

Invirtió enormes recursos obtenidos en su filmografía exitosa en la causa de los indios norteamericanos, una pasión central de su existir, tanto así que rechazó en 1973 otro Oscar adicional a El Padrino, como protesta por la masacre que realizó el FBI en Sout Dakita contra los indios Sioux en la reservación de Wonded Knee, y su amor por esa causa le condujo a poner Cheyenne (una tribu indígena) a su hija, que se suicidó en 1995 por la pena de su hermano matar cinco años atrás a su novio que la maltrataba.

Desde entonces, Marlon Brando se precipitó en el abandono, la depresión y el indeseo de vivir y engrosó su anatomía desconsideradamente, una forma de suicidio, conforme a su peculiar estilo de proceder dentro y fuera de la pantalla grande.

Su fascinación por Tahití, donde adquirió un atolón, se difuminó y no retornó jamás a los ambientes paradisíacos que le encantaron, idéntico a un siglo antes a Paul Gauguin, donde realizó grandes obras pictóricas junto a Theura, el amor de su vida. Fue allí donde Cheyenne se quitó la vida y en cierta forma, indujo lo propio a su progenitor.

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